Nuestra Señora de la Soledad

Una historia relativamente sencilla de estilo sobrio con la que me costó un poco involucrarme, pero que contiene algunas ideas con las que me pude identificar.
Las imágenes son explícitas, por ejemplo, Santiago, el escritor amante compra el “Puerto Escondido”, que es el lugar al que tiene que llegar Rosa, la detective, para encontrar a Carmen, convertida en Lucía en ese rincón lleno de luz interior que es lo único que se lleva la escritora al escaparse de su vida: “La soledad es como una luz sin sol” dice el texto.
Me gustaron algunas citas y a la vez pistas, como ese diálogo entre la escritora y su hijastra: “«¿Qué pasa, Carmen?», le pregunté. «¡Me sobra!», fue su respuesta. «¿Qué te sobra?» Vaciló y luego dijo: «¡Todo! ¡Absolutamente todo!»”.¿A cuántas de nosotras no nos ha pasado alguna vez algo parecido? Momentos en los que todo pesa y quisiéramos vernos livianas.
Interesante también es el contraste entre las dos mujeres, aunque lo vi insuficiente. La detective se identifica como una mujer de 54 años que ya ha aprendido todo lo que hay que aprender en la vida. La escritora en cambio manifiesta: “En vez de avanzar, de aprender con la experiencia, retrocedo y el mundo me queda cada vez más grande”.
Otras miguitas que nos va depositando en las páginas y que me llamaron la atención fueron: “La palabra libertad aplicada a una mujer es casi siempre una mentira”. Y no cabía otro final para una mujer que “En buenas cuentas, trabaja con la libertad de movimiento a la que todo ser humano aspira”.
El final revela que no es tanto el misterio como la complicidad y el respeto de Rosa hacia Carmen/Lucía. Tal vez porque la búsqueda de Carmen le ha supuesto un viaje interior también a la detective. La obra, en ese sentido, reclama una sororidad muy necesaria entre las mujeres.