Mitad escrito, mitad ilustrado. Lo que empieza como la historia de un niño huérfano que arregla los relojes de la estación de tren acaba girando hacia una historia completamente distinta. Las ilustraciones acompañan muy bien al libro y además hacen que este sea más ligero de leer puesto que es un libro de una extensión considerable. Quizás no me ha maravillado tanto como se cabría esperar, pero aún así me ha gustado.
|