M. Los últimos días de Europa

La obra se inaugura con la visita de Hitler a Italia en mayo de 1938, en la que queda claro que el sentimiento de los italianos hacia Alemania es, en el mejor de los casos, frío. Meses después, y tras años y años de un fascismo abiertamente no racista, Mussolini aprueba las leyes antisemitas: los niños judíos ya no pueden asistir al colegio, los profesores judíos son purgados de escuelas y universidades, les son vedadas importantes profesiones, no pueden poseer inmuebles de alto valor… Renzo Ravenna, podestà de Ferrara, patriota combatiente de la Primera Guerra Mundial, fascista, amigo íntimo de Italo Balbo ―quien nunca dejará de apoyarle―, ve su vida hecha añicos de un día para otro. Margherita Sarfatti, gran mecenas fascista y antigua amante de Mussolini, emigra apresuradamente a América. Angelo Fortunato Formiggini, un editor judío, se suicida en Módena como acto político y su gesto queda por completo silenciado. Paralelamente, el camino hacia la guerra se intensifica. El Duce se erige en falso artífice de la paz durante la crisis de los Sudetes mientras Francia e Inglaterra entregan Checoslovaquia a Hitler y Mussolini regresa a Italia vitoreado por su pueblo, pero frustrado y rabioso: veinte años lleva tratando de ponerse a la cabeza de una nación de guerreros, tiene en cambio una Italia de «madres y esposas». Desde la perspectiva de Mussolini, de su joven amante Clara Petacci o de su caricaturesco ministro de Asuntos Exteriores ―por citar solo algunos―, asistimos a la visita de Chamberlain a Roma, a las invasiones nazis, al final de la guerra civil en España, al Pacto de Acero, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial…