El túnel

El túnel, radiografía de un neurótico

Tenga cuidado con las exposiciones artísticas. Los que más aprecian la percepción visual, es decir, los pintores, pueden notar lo que quizá usted nota en sus obras. Se obsesionan con la idea de que usted develó sus detalles más sensibles y allí comienza el terror.

Esto le pasó a María. Una tarde como cualquier otra decidió asistir a una galería, contemplar algunos cuadros de un pintor local que se encontraba en el lugar, se fijó en algún detalle aparentemente trivial de uno de sus cuadros y allí, ese día, nació en el pintor un impulso acosador cuyo resultado confesará en esta historia.

Presenciamos la agitada narración de Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne. Con una prosa atestada de tormentos, distorsiones que apuntan a proyectar, a recorrer el pasado y los futuros posibles en relación a los encuentros y desencuentros con María, Juan Pablo nos permite acceder a su psique, a la construcción que hace de la realidad desde sus miedos, abandonos, soledades.

¿Cómo evitar la sensación de incomodidad tras las líneas delatoras de un hombre que puso todo su centro de esperanza, de identidad, ilusión lastimosa, en lo creyó, supuso, se convenció que era su alma gemela? Castel agarra desde su ausencia más punzante el cariño/apego por María, y desde ahí sufre, llora, se rebosa en intensas emociones que lo conducen a la tragedia.

Esta es una novela osada, pues devela en su estado extremo el sentimiento de posesión al parecer innato y natural en el ser. Hemos naturalizado la condición de sentirnos dueños del otro. Nuestras relaciones se fundan desde las ausencias interiores que existen quizá desde la infancia y no desde alguna fuerza vital que nos permita el encuentro desde la libertad con otras libertades. Castel dirige su acción humana en un acuerdo con el extremo binario. Se jacta frecuentemente de estar por encima o superior a los demás. No obstante, cuando interpreta algún rechazo por parte de María, no siendo real casi siempre, se señala a sí mismo como una cucaracha, se nombra como la víctima incomprendida en un mundo de "trivialidades". Y desde esa manera de nombrarse intenta conseguir todos sus objetivos: manipular. Y si no le resulta, matar.

Los acontecimientos se presentan de manera agitada. de la mente de Castel pasamos a los hechos, a lo que hace según lo que interpreta que es la realidad, la realidad que, según él, está en su contra. El pintor analiza, saca hipótesis, se sirve de su lógica para hacer visible los posibles caminos que puede tomar, sin embargo, siempre toma el camino guiado por ese sentimiento de victimización, por ese cruel dolor que lo empuja, que le hace sentir euforia y miedo.

Sábato devela acá una cruda situación del espíritu humano. Este escritor confía en la novela como uno de los grandes instrumentos artísticos que le permite al ser humano develar las problemáticas de su crisis espiritual y también sublimarla. Uno de los matices de esta crisis es, a mi parecer, la afirmación egóica del poseer. El túnel en el que Castel dio vida a su vida merece ser alumbrado con una antorcha. Castel quiso compartir su túnel con María, nunca decidió valerosamente encender algún pequeño fuego que le permita reconocer su lugar en ese túnel y librarse de él.