El año de la muerte de Ricardo Reis

Ricardo Reis regresa a Lisboa desde Brasil, después de dieciséis años. Estamos a finales de 1935 y ha fallecido recientemente Fernando Pessoa, con quien el recién llegado tiene un estrecho vínculo.

Sin tener una idea clara sobre su futuro inmediato, decide alojarse en el Hotel Braganza. Durante una estancia de tres meses, conoceremos sus diferentes relaciones con los trabajadores del establecimiento, desde el trato cordial y amable con Salvador el gerente hasta la relación más íntima y personal con Lidia, camarera del hotel. También se relacionará con el resto de personas que paran en el Braganza, de manera especial con Marcenda hija de un importante notario de Coimbra, que se alojan todos los meses durante unos días para acudir a la consulta de un especialista con el fin de intentar recuperar la movilidad del brazo izquierdo de la joven, perdida hace unos años por causas desconocidas.

A todos estos mundanos encuentros, se suma el que mantiene con el espíritu de Fernando Pessoa, que tiene a bien visitarle regularmente para poder intercambiar impresiones sobre el momento actual y sobre episodios pasados con interesantes apuntes de tan etéreo visitante.

Posteriormente decidirá alquilar una vivienda cercana al alto de Santa Catarina y con vistas al río Tajo, donde intentar poner en claro sus ideas y tratar de decidir su futuro, tanto a nivel profesional como a nivel afectivo, debatiéndose entre su deseo de mantener relaciones con Marcenda (la mujer de elevada clase social) y la necesidad de sus encuentros con Lidia, entregada, noble y sacrificada sin poder aspirar a nada.

Son nueve meses, en los que acompañaremos a Ricardo Reis por diversos rincones de la bella capital lusa y donde se mostrará la situación política y social del Portugal de Salazar y del resto de países, destacando el auge del nazismo, las victorias de Mussolini en Etiopía o los problemas en la vecina España, con el estallido final del golpe militar del 36.

He de aclarar que Reis es un heterónimo (identidad literaria creada por el autor) de Fernando Pessoa, prolífico a la hora de crear estas identidades, estimándose en un número cercano a las setenta y varias de ellas femeninas.

Después de haber leído varias obras de Saramago, me he ido familiarizando con su particular manera de escribir y en cuanto a su prosa sólo puedo decir que es magistral y sublime, con una capacidad especial para crear frases y expresiones donde puedes intuir un doble sentido y es capaz de recrear un hecho cotidiano con palabras precisas y elegantes.

En una entrevista Saramago declaraba que su confusa manera de colocar los signos de puntuación, era una manera de establecer una complicidad con el lector, única y personal en la que cada uno encontrará su ritmo, como si se tratará de una melodía musical y exigiera un esfuerzo extra de concentración en ordenar las notas.

Entiendo que no a todo el mundo esta razón pueda sonarle convincente 🙂, y es respetable que cada uno tenga sus preferencias. Por mi parte continuaré leyendo sus libros, ya que su enorme calidad literaria compensa ese pequeño esfuerzo añadido.