La tierra de los abetos puntiagudos

Hay un tipo de libros que suelen pertenecer al genero de la ficción, pero que tienen en común historias optimistas a pesar de las diversas vicisitudes de los personajes, personajes además que son amables, gente cálida, buena, que vive en parajes tocados por la mano de la naturaleza, paisajes hermosos, usualmente mezcla del mar y el bosque.
Cuando me encuentro con estos libros, no dudo en leerlos pronto, no es que sean realmente interesantes, pero cuando los terminas de leer, terminas con la sensación de estar apapachada y calientita, te dejan el alma curada y ganas de vivir; de hecho, hay una frase de Galeano que se presta a este tipo de libros, “en un mundo de ruido y plástico, quiero ser de barro y silencio”. Es precisamente la parte de barro y silencio la que se presta para estos libros, en La tierra de los abetos puntiagudos, las historias periféricas y la principal, no tienen nada realmente especial, pero es precisamente en la sencillez, el respeto por los silencios y la armonía de los personajes con su entorno, lo que calma el alma y relaja.
No puedo decir que la escritura sea realmente excelente, tampoco puedo aseverar que a todos les vaya a gustar, pero para mí, son valiosos, porque son pocos y los encuentro muy de vez en cuando.