La conjetura de Reiner

En La conjetura de Reiner, su autor, Guillem Santacruz, ganador del 26.º Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, nos narra en un tono a caballo entre la filosofía y la narrativa contemporánea la historia de un hombre en busca del conocimiento.

El protagonista, Reiner, un profesor de universidad y excelente matemático, trata de encontrar a través de un mapa de 1914, en el que se han escrito unos nombres y unas fechas, el día exacto en que nos sobrevendrá la muerte.

Al mismo tiempo, uno de sus alumnos más brillantes, Boris Keller, querrá resolver el estudio del Pseudo Pitágoras. Otro puzle, sin solución aparente, que algunos tildan de juego, pero que Boris considera la fórmula cuyo resultado dará la fecha de defunción de las personas.

Así mismo, Gabriela, quien escondida tras el seudónimo de Newton_87 escribe en la web de Florín, otro de los personajes centrales, nos hace grandes revelaciones a través de sus posts, convencida de que, tal y como Newton pensaba, ese texto revelaba la fórmula del fin del mundo.

En sus últimos días, cuando la enfermedad de Reiner lo tiene postrado en la cama y enloquecido, reúne a varios de los protagonistas con el objeto de que Boris Keller, a través de sus recuerdos, reconstruya la teoría matemática de su maestro. Así iremos conociendo a Franz y su seductor acento francés; a Victoria, doctora en medicina que tras conocer a Reiner decide ahondar en el oscuro mundo de la psique humana; Basil, amigo y compañero de Boris Keller…

De este modo, el texto de la novela, escrito con una pluma extraordinaria, nos hace viajar entre la metafísica y el surrealismo, en ocasiones con divagaciones sobre la vida y la muerte, tan contrarias y tan complementarias. Y nos muestra búsquedas interminables de las que tal vez lo peor no sea la incertidumbre, sino encontrar las respuestas.

A través de Reiner y su historia personal, se nos revela el horror de la guerra, la profunda herida que deja no solo en aquellos que se quedan en el camino, o los que sobreviven a ella, sino en las generaciones venideras. Con ello nos habla sobre la relatividad del tiempo y de la vida, así como la angustia de la soledad y las profecías que provienen del pasado.
Toda la historia flota entre lo abstracto y lo material. Nos hace reflexionar sobre la necesidad del conocimiento y también sobre el poder destructivo del mismo.

Dividida en capítulos de distinta extensión, el autor realiza saltos temporales y de narración de la mano de los propios protagonistas, solo entendibles gracias al lugar en el que se desarrollan cada una de las acciones o de la acción en sí misma.

Otra característica de esta novela, con matices de ensayo, es que los diálogos son muy escasos. La mayor parte del tiempo utiliza el estilo indirecto para mostrar las charlas entre los personajes. Este recurso hace que los párrafos sean extensos y provoca que toda la lectura y el libro en sí sea original y con una óptica poco habitual en la literatura.

La conjetura de Reiner no es una novela “al uso”, es un tratado mezcla de ficción, poesía, historia, filosofía y ciencia. No es una novela escrita para agradar o entretener, sino para levantar conciencias y exigir al lector un esfuerzo extra para entender el mensaje que subyace bajo esta obra.
Por último, quiero dar las gracias a Masa Crítica y a la editorial algaida por el envío rápido y puntual de este ejemplar, y por facilitarme una lectura que, de otra forma, no habría llegado hasta mis estanterías.