Besar a un extraño...para empezar

Qué poco conscientes somos de que el tiempo que vivimos es un regalo con fecha de caducidad, lo gastamos en absurdeces y nos preocupamos bien poco de nosotros mismos y de lo que podemos hacer para aprovechar ese paso por la vida.

Amar a quien no te quiere es una enfermedad terminal imposible de tratar que acaba carcomiendo todos los tejidos sanos del cuerpo contagiándolos de su locura de amor. Todo agoniza y duele con los deseos no cumplidos. Tal vez por eso nos centramos más en lo que no alcanzamos que en lo que tenemos.

Si algo he aprendido con mis retos es a arriesgarme, romper las reglas de vez en cuando, que mañana tendré menos posibilidades que hoy, que no interesan tanto las decisiones como reír a carcajadas, besar lentamente, bailar y bailar...

Pero ¿qué ocurre cuando somos incapaces de ser sinceros con nosotros mismos? ¿Cuándo nos encerramos negándonos a reconocer nuestras carencias, particularidades o nuestros sentimientos? ¿Cómo admitir algo que ignoramos? Esta clase de franqueza necesita empeño para descubrirnos, honradez para aceptar lo que encontremos y la sinceridad más despiadada y menos contenida

Acudir a su cama de hospital, a postrarme junto a un cuerpo que ni oye ni ve, es una despedida insatisfactoria, como una historia sin un buen final en el que quedan demasiados cabos sueltos.

Tiempo para sentir lo que no me permitía sentir, para que me duela lo que no dejé que doliese y llorar lo que no he llorado.

Esperar, esperar, esperar. Nos aleccionan para eso mientras el tiempo no se detiene y se nos escapa aguantándonos las ganas de vivir. Hay que cometer locuras, Hada. Es la mejor receta para una vida intensa.

Vivir no significa sentirse seguro. En realidad no hay nada que nos garantice esa seguridad o nos proteja de sucesos desafortunados. Existir no es lo mismo que vivir.

Me doy cuenta de que gastamos la vida ansiando y acumulando objetos que nos suponen verdaderos sacrificios en nuestro haber cuando en realidad no tienen ningún valor y de poco sirven tras irnos.

Deberíamos aprender a vivir valorando precisamente esos insignificantes detalles que son aún más especiales por ser únicos y breves y saber apreciarlos antes de perderlos u olvidarlos.