Buenos días, tristeza

Françoise Sagan, quien cambió su apellido -Quoirez- por el de un personaje de En busca del tiempo perdido, fue catapultada al éxito literario -nacional e internacional-, en 1954, a sus diecinueve años, con su novela Buenos días, tristeza (Cátedra, 2023).

La protagonista, Cécile, es una adolescente acostumbrada a hacer lo que le place, que veranea en una villa de ensueño, frente al Mediterráneo, junto con su padre, Raymond, un bon vivant. Los acompaña la nueva y joven amante de éste, Elsa y también se une Anne, amiga de la madre de Cécile, quien parece esconder sospechosas intenciones con Raymond. Además, Cécile se encapricha de Cyril, un atractivo veinteañero que se verá enredado en la trama. El conflicto surgirá cuando Anne y Raymond comiencen un romance, implantado esta última la disciplina y el orden en la caótica existencia paternofilial. Esto no será recibido con resignación por la joven, que comenzará a maquinar un relato paralelo que haga creer a su padre que Elsa está enamorada de Cyrill, despertando sus celos y provocando la ruptura con Anne.

Esta novela, de perspectiva adolescente, que se rebela ante un mundo que se le ha vuelto hostil se lee, prácticamente, del tirón. Su crítica a la frivolidad finaliza con ese impactante desenlace, que da a entender que la señorita Quoirez no estaba especialmente orgullosa del ambiente en el que se movía.

A Sagan, una joven francesa de la alta burguesía intelectual de la época, la obra le puso el mundo a los pies. Con dieciocho años, fue responsable de escribir una serie de reportajes de viaje sobre diferentes destinos del sur de Italia, siempre titulados "Buenos días..." y el topónimo correspondiente. Y es que su primer libro la posicionó, automáticamente, en la cresta de la célebre Nouvelle Vague, un movimiento cinematográfico caracterizado por una particular manera de contar historias, desde la espontaneidad e improvisación en el que también participó.
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