MENUDA DECEPCIÓN.
No me tiembla el pulso al decir que
Rivales Divinos fue una de mis mejores lecturas del año, de lo que más me gustó descubrir en enero (mi mejor mes de lectura del año) y acabo de cerrar la bilogía con la sensación de que el primero y el segundo no tienen nada que ver.
El primero es sobre romance con un telón de fantasía de fondo que bueno, está ahí sin mucho desarrollo pero que se entrelaza con los personajes y su historia con un buen lazo.
El segundo es una historia de fantasía en la que los protagonistas sin comerlo ni beberlo tienen que salvar el mundo.
Vale que Roman no recuerde muchas cosas, pero es que en cuanto las recuerda ya no hay romance, ya no hay misterio, no hay chispa. Los intercambios de cartas que tan buenos eran en el anterior desaparecen y se centran en la guerra y en salvar el mundo, justo cuando eran lo que hacía especial esta historia y a sus personajes. Si a eso le sumamos que ya no se siente la misma pluma de la autora, ¿qué tiene de especial este libro?
Es la historia de una pareja enamorada que tiene que arreglar los problemas de otros para estar juntos, no una historia donde crezcan los sentimientos. Aquí se dan por hecho y poco, que hay que salvar una ciudad porque nos han elegido los dioses.
Y, por si fuera poco, el personaje del malo... es malo. Dacre es mala gente desde el anterior, pero no ayuda que no se pueda empatizar con él, me aburre. Obviamente todos vamos contra el malo, si es que solo le faltan los cuernos. Lo bien explorado que estaba el tema de la guerra en el anterior y lo mal llevado que está en este es digno de estudio.
Me ha dolido y todo terminar el libro, más por todo lo que pudo haber sido y no fue que por lo que es el final.