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Una maldición, sueños, venganza y romance, todo en un libro maravilloso. La historia se desarrolla en un mundo donde el reino está maldito para traer pesadillas vivas y solo los magos que sirven como guardianes del territorio pueden ayudar a detener estas pesadillas. Clementine Madigan ha sido criada para ser la próxima guardiana de su pequeño pueblo y ha estado trabajando como compañera de su padre para entrenarse para el puesto. Sin embargo, todo eso se incendia cuando dos hermanos magos vienen y la desafían a ella y a su padre por su puesto y ganan... dejando a Clementine y a su padre sin hogar y sin un puesto. Clementine jura venganza contra estos dos magos que la humillaron y le quitaron todo y cuando la oportunidad aterriza en su regazo, Clementine pone en marcha su última venganza. Clementine se disfraza de Anna Neven, una maga bastante planificada, y solicita el puesto de trabajo de ser el compañero de Phelan (uno de los jóvenes magos que desafió a su padre) como guardián. Ella descubrirá los secretos de su familia y los usará a su favor para hacerles sufrir el mismo dolor que le habían causado a ella y a su familia. Excepto que hay cosas más importantes en juego y una maldición más grande la espera. Sus propios secretos familiares se desvelarán y no ayuda que esté empezando a enamorarse del dulce y cariñoso Phelan a pesar de ser el enemigo. También hay un extraño caballero que sale durante las batallas de pesadilla y que está empeñado en matar a Phelan. Pronto, Clementine tendrá que decidir de quién se pone del lado y qué camino tomará, y si la venganza es lo que realmente desea. ¡Esta fue una lectura fantástica! El viaje de Clem y Phelan fue genial y todo el sistema mágico de peleas de pesadilla fue divertido y la maldición en general fue interesante. ¡La pasé genial leyendo esto y definitivamente lo recomendaría! PD. La historia de los hermanos en este libro me ha dolido. Especialmente por lo mucho que uno de los hermanos se sacrificó por el otro. Solo deseaba que ese hermano también tuviera un final feliz, pero ¡ay! |
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