Un canto al silencio

Estamos ante un libro duro. La sinopsis ya nos lo avanza. Si el hecho de luchar por la supervivencia ya tuvo que ser duro durante la Segunda Guerra Mundial, no puedo imaginar el tener que separarte de tus hijos para darles una oportunidad de vida.
Está narrado de una manera sencilla. En la primera parte del libro Róza le explica mediante cuentos infantiles inventados a su hija Shira, cómo debe actuar, cómo debe permanecer en el más absoluto silencio cuando están encerradas. Y a pesar de toda la sencillez que emana del libro sientes la claustrofobia de estar escondidas, sientes la suciedad de alrededor, la desesperación tanto de la madre como de la niña. Imaginas los parajes, las condiciones meteorológicas que sufre Róza para sobrevivir en el bosque. Sientes la soledad de Shira, su angustia cuando cree que ha actuado mal, su desesperación por la ausencia de su madre, el aturdimiento por no entender qué ocurre.
Pero a pesar de todo esto también se siente la lucha, la batalla interior que sufren las protagonistas y quienes les rodean por sobrevivir al terror. Y todo envuelto entre partituras, sonidos e ilusiones.
Es un libro de la segunda guerra mundial sí, pero en el que no encontramos batallas militares sino la experiencia y los sentimientos de los miles de judíos que tuvieron que sobrevivir de forma infrahumana, en bosques, escondidos, sufriendo las inclemencias del tiempo, la falta de comida, de ropa, de lo más mínimo e imprescindible para vivir.
Porque para no repetir la historia, todos deberíamos conocerla y esta novela nos acerca al sufrimiento de los millones de personas que tuvieron que huir y mal vivir durante muchos años.

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