Te estaré mirando

Daniel escribe una larga carta a Elena, de la que está enamorado desde la primera vez que la vio, contando su historia de amor. Va relatando los pequeños pasos que dieron en su relación y cómo supo interpretar todas las señales que ella le enviaba para hacerle saber que también estaba enamorada de él. Pero conforme vamos leyendo esta carta, nos damos cuenta de que algo no cuadra: lo que él interpreta como pruebas inequívocas del amor de Elena no son más que casualidades o gestos que en ningún caso van dirigidos a él, y Daniel se nos empieza a aparecer como un acosador, que no es consciente de que lo es porque cree firmemente en las películas que se ha imaginado.

Esta novela corta dirigida a un público adolescente se lee en una tarde. Por un lado, recuerda muchos aspectos de cuando nos enamorábamos en el instituto: esas miradas, esa timidez, el observar cada signo para encontrar en él la confirmación de que la otra persona nos correspondía… Pero por otro lado, visto con perspectiva adulta, el protagonista nos inspira entre pena y mal rollo. Tampoco hace nada demasiado violento ni dirigido a ella, la mayoría queda en su propia mente, aunque también es verdad que, al estar narrado desde su punto de vista, no sabemos si todo sucedió tal cual lo cuenta. Sería interesante leer la perspectiva de Elena, ¿tal vez una respuesta suya después de recibir esta carta?

En todo caso, es una lectura bastante amena en la que un adolescente podría verse reflejado y, esperemos, pueda servirle para corregir ciertos comportamientos.
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