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Crítica de Ros


Ros
04 September 2023
Una excelente obra , que es una confesión de la autora hacia los sentimientos más íntimos que despertaban en ella su familia, una familia nada común, una familia salvaje como ella la define, pero sobre todo, y especialmente, y de ello es sobre lo que trata y escribe, de un padre, que siendo alcohólico, siempre lo tuvo en su vida, en su mente y en sus pensamientos, siempre con amor.

Y esto es lo que Eider nos desea relatar. Desde su niñez y recuerdos hasta la madurez, nos llevará por esas zonas oscuras, llenas de conmovedores y a veces desesperados momentos, a la influencia del protagonista, de su padre, y desde donde nos hace pensar y sentir en nuestros propia vida familiar y en nuestro pasado.

Una lectura inolvidable, que nos despierta los más diversos sentimientos.
Con intenso dolor y con indiscutible y sólido amor, es un ejercicio de memoria que nos lleva por un recorrido sin igual , con diferentes miradas a través de espacios afectivos pero llenos de incertidumbre.

Y respecto al título, Material de construcción, pues a pesar de ser el almacén y trabajo de sus padres, que fue también el de sus abuelos, de parte de la familia paterna, pues se dedican a vender todo lo necesario para construir y proveer una casa , una tienda a la que todos llaman almacén y por tanto, lleno de todos los materiales que hacen falta para construir y también equipar una casa. Es una tienda, un almacén y una oficina.

Pero además, podemos relacionar y ver en el título, Material de construcción una efectiva y directa relación con su contenido, que no es otro que el de intentar edificar y construir una especie de carta hacia su padre, con dolor, inteligencia y mucha valentía. Esta es la importancia de este material que nos presenta y representa. .

Y es que todo ello, que es difícil de asimilar, también hay que saberlo contar y la autora lo hace con una prosa deslumbrante , precisa y muy inteligente, y desde la pura honestidad, y aunque a veces nos desconcierta , también nos conmueve y nos deslumbra en ese intento de comprender a un padre, que está ausente y que le hace sentir incómoda y llena de culpa.

Qué increíble lectura, qué maravilla, aunque sea difícil y duro de digerir, porque nos afecta, porque nos hace posicionarnos, porque nos descubre que sabemos, que podemos encontrarnos con infinidad de casos así, porque nos demuestra una realidad muy difícil de llevar, porque nos hace pensar, porque nos altera, y, sobre todo, vemos con absoluta claridad, que lo que nos relata, nos incumbe.

Una obra donde la hija, donde Eider, tan solo con sus miradas al padre, esas miradas que hablan, aunque en silencio y donde no salen las palabras, quiere explicarnos todos sus recuerdos, sus emociones, sus sensaciones y sus vivencias en Rentería, el pueblo donde nació, vivió y creció.

Y así lo hace, pero siempre acompañados de los olores y sonidos cercanos, que los unen , que saben crear ese vínculo extraordinario que no se romperá, es más , crecerá.
Y es que para ella hablar es ponerse en peligro.

Sin embargo, las palabras para quien relata son importantes, tanto es así que las define, que las muestra y nos las entrega, incluso comparándolas entre el euskera, el francés y el castellano. Son importantes y hay que decirlas y utilizarlas con propiedad. Una interesante indagación sobre el lenguaje.

Aunque escrito originariamente en euskera, ella es de Rentería y se relaciona en castellano con sus padres y en euskera con sus abuelos.

Y es que Eider Rodríguez es directora de literatura, profesora de lengua y literatura, ha sido editora, guionista y también traductora. Desde siempre le importaron las palabras .

Por eso su prosa es precisa, es profunda y es Literatura con mayúsculas.
Y su relato es potente, nos dice mucho , porque además, nos deja también apuntes sobre el conflicto vasco que estuvo tan presente en los momentos de su juventud.

Curiosamente, en el aparado III del libro, que es el penúltimo capítulo , hay un cambio de narrador, este se escribe en tercera persona, nos quiere alejar de su yo potente y presente para separarnos, creo yo, con la intención de hacer de ella un personaje al que observamos desde fuera , y el que nos muestra con sus actuaciones más lejanas, no cabe duda que intenta producir un cambio ante su padre queriendo dejar atrás sus intensas emociones.

Sin embargo, el capítulo final, el IV , vuelve a mostrarnos sus enormes sentimientos y esta vez lo hará a través de las cartas que encuentra su hermana Arrate y ella se las pide, y lee.

Son las cartas que su padre escribía a su madre cuando él estuvo haciendo el servicio militar en Ceuta y a través de ellas también nos mostrará hechos históricos ocurridos en el País Vasco durante la dictadura franquista .

Y también el libro hace alusión al confinamiento por el coronavirus , Eider viviendo en el campo con su marido y sus dos hijos, Peru y Mikele y dando sus paseos por el bosque.

Más adelante, volverá a leer y presentarnos más cartas de su padre desde Ceuta, para acabar aludiendo a la muerte inevitable de todos y recordando a su padre, como no podía ser de otra manera.

Me llaman la atención muchos e importantes pensamientos de la escritora, y sobre todo me he quedado con este:

“Esto no es escribir, esto es estar con él siendo otra”.

Así es como lo vivió y nos ha llegado. Genial.
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