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El relato arranca con la imagen de una Eufrasia que recorre la ciudad en el tren eléctrico elevado, el cual durante muchos años permaneció paralizado y fue el reflejo de un país arruinado, a medio hacer. Ahora que funciona, ella es testigo desde la ventanilla de un vagón de otras vidas y de la transformación arquitectónica de Lima, cómo las casas señoriales han cedido paso a restaurantes de franquicias y edificios que se tapan la luz entre ellos. La estética ha sido vencida por el poder económico. Lo viejo, sin importar su valor, es reemplazado por lo práctico y rentable. Hay un planteamiento de fondo que afecta no solo a los personajes, sino que el autor pretende expresar su visión del país a través de ellos. Es el choque entre la modernidad y las huellas de la historia de los ciudadanos. La primera sirve como excusa para demoler el pasado. Hay una necesidad sin sentido por refundar la ciudad. Eufrasia vendría a ser la columna vertebral del libro, una mujer pícara y de buen corazón que, a diferencia de sus empleadores, que desprecian la nueva estética de la ciudad impuesta por el comercio y añoran cómo era todo en el siglo xx, se siente a gusto con esa imagen del progreso, aunque el crecimiento económico no la haya beneficiado y su vida continúe amenazada por la precariedad. Antes de cuidar ancianos tenía un puesto de venta de frutas en un mercado, pero lo traspasó porque sus rodillas sufrían y se quedó embarazada de un hijo que no conocería a su padre. Entonces vio que necesitaba un horario y un trabajo distintos para conciliar con la maternidad, no quería criar a su hijo en un cajón de frutas como otras vendedoras. Aun así, para la crianza de Nico tiene que apoyarse en su hermana Merta, enfermera en el turno de noche en un hospital público, donde los sueldos no se comparan con los de las mismas trabajadoras en Europa. Aquí resalta el hecho de que las personas en quienes se deposita el cuidado de otras vidas ganen tan poco, que no se valore un trabajo fundamental. No solo la ciencia ha conseguido que las sociedades sean más longevas: las personas mayores requieren una atención especial para que sus facultades cognitivas no se deterioren. En defintiva y para no desvelar nada más, una reflexión sobre la pérdida del sentido de la existencia. |
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