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Crítica de Lou


Lou
25 June 2021
En julio de 1990, Liliana Rivera Garza, la hermana de la autora de este libro, fue asesinada por su ex pareja. Ella tenía 20 años. En 1990, la palabra feminicidio aún no existía en México. No existía legislación al respecto que tratase su asesinato como lo que era: v.olencia machista. Asi pues, el asesinato de Liliana a manos de su ex pareja no tenía nombre. Se clasificó como un homicidio simple, y el origen de la v.olencia se enterró bajo muy diversas máscaras, bajo diversos velos que ocultaban la verdad. Se le llamó crimen pasional, crimen por celos, crimen por despecho, crimen por amor y un largo etcétera de formas de nombrar que señalaban a la víctima como la culpable de su propio asesinato.

A Cristina Rivera Garza le obsesiona el lenguaje, o, más bien, su falta. La falta de palabras adecuadas para describir, para reconocer, para hablar de la v.olencia. La falta de un lenguaje que no sea el lenguaje del amor romántico. Un lenguaje que no sea un engaño, un velo, una apariencia. Un lenguaje que quizás hubiese permitido que su hermana sobreviviera, que le hubiese permitido reconocer el peligro. Un lenguaje que quizás hubiera hecho saltar las alarmas de amigos o conocidos, de familiares, que quizás hubiesen podido ayudarla a escapar de las garras de su ex pareja. Pero el amor romántico lo eclipsaba todo, lo escondía todo bajo un manto de ilusión y de falsedades que enmascaraban la realidad: que el novio de Liliana era un maltratador, una persona peligrosa. Que la vida de Liliana estaba en peligro. Y que nadie podía verlo porque nadie en ese momento sabía nombrarlo. Porque todo el mundo pensaba que eso era amor.

Rivera Garza se pregunta: "¿Había a su alrededor, a nuestro alrededor, el lenguaje que le permitiera identificar y reconocer la cara del peligro?". Y se responde: "Liliana, por más que revolvía el mundo, no encontraba un lenguaje para nombrar la v.olencia que la seguía de cerca".

Porque el lenguaje no es solo aquello que nombra, sino que, por encima de todo, es aquello que permite pensar lo que antes era impensable, desvelar cosas que antes no se veían, cosas que estaban borrosas, que eran innombrables. El lenguaje, al nombrar, nos permite también entender la realidad.

Este libro, por encima de todo, es un homenaje precioso a la vida de Liliana. A su fuerza, a sus ganas de vivir. También es un homenaje a todas las personas que la conocieron y que guardan en su memoria pedacitos de vidas compartidas con ella. A traves de las cartas y diarios que escribía Liliana, la autora reconstruye la vida de su hermana. Reconstruye y busca obsesivamente trazas de esa v.olencia por todas partes. Pero, sobre todo, busca y reconoce una resistencia por parte de Liliana, que en última instancia sólo queria escapar de eso que la ahogaba y poder vivir.

Creo que este libro es también un intento de hacer justicia, aunque sea de manera simbólica, no sólo a su hermana, sino a todas las mujeres que han sido víctimas de feminicidios, sobre todo de aquellos para los que aún no había un nombre adecuado. Rivera Garza escribe el nombre de su hermana en la pared junto al de otras mujeres asesinadas por el machismo y grita: juntas lo vamos a tirar. al patriarcado lo vamos a tirar.
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