La guerra está en el monte —dijo—. Desde que yo soy yo, en las ciudades no nos matan con tiros sino con decretos.
|
La guerra está en el monte —dijo—. Desde que yo soy yo, en las ciudades no nos matan con tiros sino con decretos.
|
Acababan de celebra las bodas de oro matrimoniales, y no sabían vivir ni un instante el uno sin el otro, o sin pensar el uno en el otro, y lo sabían cada vez menos a medida que se recrudecía la vejez.
|
Ella lo había acompañado hasta muy pocas horas antes de la muerte, como lo había acompañado durante media vida con una devoción y una ternura sumisa que se parecían demasiado al amor, y sin que nadie lo supiera en esta soñolienta capital de provincia donde eran de dominio público hasta los secretos de Estado.
|
Moby Dick, Herman Melville