Liv camina sin apenas tocar el suelo y conoce cada rincón del bosque como la palma de su mano. Sabe que atravesar el corazón de un animal herido con una flecha es un acto de misericordia y cree firmemente que la oscuridad tiene el poder de llevarse el dolor. Aprendió que los ojos buenos son los que lloran y que no debe fiarse de los que habitan más allá de las montañas de escombros. Se acostumbró a vivir con demasiadas cosas sin sentido y sin nadie con quien hablar. Ella es la mitad de algo que nadie puede ver y una parte de un mundo que los demás no entienden. Liv ha visto hormigas milenarias atrapadas en ámbar y sabe que los muertos no se van del todo mientras la resina conserve intacto su corazón. |