Resina

Los Haarder viven en una pequeña isla unida a otra más grande por una franja de tierra. La isla en la que viven se conoce como la Cabeza pues tal parece que estuviese unida a la otra, el cuerpo, por una franja de tierra que se asemeja a un cuello. En la Cabeza sólo viven los Haarder: Jens, María y su hija pequeña Liv. Liv vive, sí, aunque sólo para sus padres; para las autoridades, murió a los seis años. Desde entonces, nadie más que sus padres ha sabido de ella. ¿Por qué? Tendréis que leer la novela para conocer los motivos y a esta peculiar familia.

Como veis, no he hablado apenas del argumento de la novela pues creo que es mejor adentrarse en ella sin saber de qué va. Yo así lo hice, ni tan siquiera leí la sinopsis. Me fié de las recomendaciones e hice bien porque me he encontrado con una novela que me ha gustado mucho. Una novela que, si tuviese que describirla con una sola palabra, esta sería perturbadora. Aunque inquietante, diferente, original, también servirían.

La novela comienza fuerte, con uno de sus inicios que engancha al pobre lector desprevenido que ya no podrá hacer otra cosa que seguir leyendo. Mirad si no las dos primeras frases: “El cuarto blanco estaba a oscuras cuando papá mató a la abuela. Yo estaba allì”. A ver quién es el valiente que lee éste y no sigue leyendo…

Tras este comienzo de impacto, nos encontramos con una trama inquietante y misteriosa y unos personajes tremendamente peculiares en los que se asienta toda la novela. Porque aparte de los tres miembros de la familia Haarder, pocos personajes más hay en la novela. Y los tres no pueden ser más curiosos. Empezando por el padre, Jens y su ansia por acumular y acumular cosas y aislarse del mundo, siguiendo por la madre María y su volumen cada vez mayor. Y acabando por la niñita, Liv que además de protagonista es ocasional narradora. Efectivamente, la novela está narrada por varias voces: tenemos a Liv que nos cuenta con su voz de niña cómo ve ella las cosas. También a su madre, María, que a través de unas cartas dirigidas a Liv cuenta algunas cosas. Y, finalmente, un narrador omnisciente que nos habla de esos momentos que Liv no vivió por no haber nacido o no estar presente. Tres voces distintas, fácilmente diferenciables, que se adaptan perfectamente a lo que se cuenta y quién lo cuenta. Esos cambios en la narración, que se van alternando, van ofreciéndonos las piezas de un puzle que, poco a poco, conseguiremos armar. Y así sabremos qué es lo que pasa exactamente en esa casa. Os aseguro que hay unas cuantas sorpresas.

Ane Riel consigue crear un ambiente muy opresivo y oscuro. Y lo hace con una escenificación totalmente abierta. Prácticamente toda la novela transcurre en la casa de los Haarder y alrededores. Una casa situada en una isla, junto a un bosque, no lejos de una playa… ¿Cómo es posible que en un ambiente de tanta naturaleza se consiga un ambiente tan opresivo? Pues gracias al buen hacer de la autora que, poco a poco, va encerrándonos entre esas paredes verdes consiguiendo que el lector llegue a sentir claustrofobia.

Los tres protagonistas están muy bien dibujados. A Jens le conoceremos desde pequeño, desde que él mismo vivía en la Cabeza junto a sus padres y a su hermano mayor. Una familia un tanto aislada por el lugar donde vivían pero normal. A través de lo que nos va contando el narrador omnisciente, veremos cómo llegó María a la isla y cómo llegaron ella y Jens a formar una familia y lo que pasó a partir de entonces. Junto a la familia Haarder hay unos pocos personajes secundarios, apenas esbozados en sus personalidades (no hace falta). Pero, sin duda, la gran estrella de la novela es Liv que con su vocecita infantil nos cuenta la historia tal y como la ve ella. Liv es una niña que no ha tenido contacto con el mundo exterior; nunca ha jugado con otros niños ni ha ido a la escuela. Es su madre quien le ha enseñado a leer y a escribir y su padre quién le ha enseñado cómo vivir en contacto con la naturaleza. Su voz es un acierto total. La autora ha sabido meterse en la piel de una niña pequeña. Y no una niña cualquiera, sino una niña que no ha tenido contacto con otros semejantes, que sólo tiene a sus padres –a los que adora y quienes le adoran- y que ve el mundo de una forma diferente a cómo lo ven los demás niños. Cuando los acontecimientos se precipiten, ¿cómo reaccionará Liv?

La novela se estructura en capítulos muy cortos, a veces de tan sólo un par de páginas.. Capítulos no numerados pero sí con título. Entre ellos, se intercalan las cartas que María ha escrito a su hija para que ésta pueda leerlas en un futuro.

La trama es muy ágil, las páginas pasan casi sin darte cuenta debida a la facilidad de lectura y a la intriga, que se mantiene –y va in crescendo- a lo largo de toda la novela.


Conclusión final

He disfrutado muchísimo con esta novela tan diferente y original, inquietante y perturbadora. No puedo sino recomendarla.
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Cuando vi la primera frase con la que se inicia la sinopsis de este libro tuve claro como el agua que tenía que leerlo. Hoy comparto mis impresiones sobre "Resina", una novela oscura y difícil de clasificar en un solo género, porque tiene bastante de suspense psicológico, breves pinceladas de thriller en su parte final y una buena dosis de noir doméstico. Una historia sobre los efectos que un amor destructivo puede tener en aquellos a los que quiere proteger, poniendo de manifiesto que el entorno familiar juega un papel fundamental a la hora de cincelar nuestras conductas.

Y hablando de sinopsis, hago un breve inciso para comentaros que hay un error en el apellido de la familia protagonista. Los Haarder se convierten en los Hordone en la contraportada como por arte de magia. Es algo que no tiene la mayor relevancia, pero me llamó la atención y por eso os lo cuento.

"Resina" se inicia con un capítulo perturbador que transcurre en navidad, el señuelo perfecto para incitar al lector a adentrarse en una historia que se prevé turbia, mientras trata de entender un terrible suceso y la desafección con la que la pequeña Liv lo vive. Los Haarder (Jens, Maria y Liv) son los únicos habitantes de un pequeño islote boscoso que se comunica con otra isla de mayor tamaño por una estrecha manga de tierra. Viven en armonía con la naturaleza que les rodea, aislados de la civilización. A sus seis años, todo lo que Liv sabe lo ha aprendido de su padre: a pescar, cazar y despellejar conejos, recolectar resina de los árboles o a entrar por las noches a escondidas en casas ajenas para tomar cosas prestadas. Su madre se encargó de enseñarla a leer y a escribir, por eso nunca ha tenido la necesidad de ir a la escuela. Pero Liv debe desaparecer y su padre, Jens, se encargará de quitarla de en medio…

Para desentrañar el misterio expuesto en el preludio tuve que adentrarme en esta novela perturbadora que cuenta con cambios de puntos de vista en la narración, tanto en primera como en tercera persona, lo que me obligó a esforzarme para ir completando una oscura e inquietante trama que comenzó a materializarse conforme avanzaba en su lectura. La narración en primera persona por su protagonista principal, Liv, aun siendo muy arriesgada, es ideal porque permite recomponer los acontecimientos, solo que veremos la realidad de una niña inocente y leal a sus padres, que crece en una familia que se dirige lentamente hacia el abismo de la locura. El narrador omnisciente sitúa el foco de atención sobre el resto de personajes y, a través de flashbacks, nos pone en antecedentes sobre el pasado de Jens Haarder para entender por qué está roto psicológicamente. Con esta dualidad de voces, la autora transmite la contradicción entre el enfoque ingenuamente lógico de Liv y el horror de la realidad.

Esta oscura historia articula su argumento en capítulos de corta extensión, algunos de una sola página, que no están numerados pero sí titulados, y entre los que se incluyen una serie de cartas escritas por la madre de nuestra pequeña protagonista, a modo de reflexiones y ocurrencias repentinas, para que algún día su hija pueda leerlas. En torno a nuestra protagonista hay un reducido elenco de personajes secundarios, indispensables para el desarrollo de la historia, aunque carentes de profundidad y con sus perfiles esbozados sin muchas pretensiones, cogiendo lo necesario de cada uno de ellos para ponerlo al servicio de la trama. Por encima de todos ellos destaca el de Liv, quien ha crecido en un ambiente insalubre, entre chatarra, polvo y suciedad. En un mundo enfermo y sumido en el caos en el que no rigen las mismas reglas ni valores de los que se suele valer el ser humano. Una niña muy valiente y acostumbrada a manejarse en el caos que reina a su alrededor, pero que no se siente a salvo en compañía de otras personas. Un personaje voluble y desvalido, por el que sentirás una intensa pena.

Un título que cuenta con una prosa sencilla, despojada de toda retórica, donde prima la narración, con descripciones muy visuales, algunas tanto que casi se materializa el hedor que impregna el ambiente en tus fosas nasales, sobre la parte dialogada y en el que tanto la tensión como el ritmo no son constantes, sino que suben y bajan igual que una montaña rusa.

Sintetizando: "Resina" es una novela escrita en tono melancólico y con personajes ambiguos, difícil de catalogar en un solo género literario, que narra la historia sobre una familia poco común que vive apartada del resto del mundo. Una lectura que discurre a un ritmo que no llega a ser vertiginoso, pero sí lo suficientemente fluido como para mantener al lector entretenido, evidenciando el convulso miedo a la pérdida de tus seres queridos y el irreparable daño, no intencionado, que puede causar el amor sobreprotector y obsesivo de una mente enferma que lo consume todo. Una novela que recomiendo si buscas algo diferente a lo que lees habitualmente y que ha sido llevada a la gran pantalla.
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Liv camina sin apenas tocar el suelo y conoce cada rincón del bosque como la palma de su mano. Sabe que atravesar el corazón de un animal herido con una flecha es un acto de misericordia y cree firmemente que la oscuridad tiene el poder de llevarse el dolor. Aprendió que los ojos buenos son los que lloran y que no debe fiarse de los que habitan más allá de las montañas de escombros. Se acostumbró a vivir con demasiadas cosas sin sentido y sin nadie con quien hablar. Ella es la mitad de algo que nadie puede ver y una parte de un mundo que los demás no entienden.
Liv ha visto hormigas milenarias atrapadas en ámbar y sabe que los muertos no se van del todo mientras la resina conserve intacto su corazón.