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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
07 January 2019
Esta es la historia de cómo M. perdió sus letras hasta convertirse en una única consonante libre y liberada de prejuicios y de pasado, concentrada y adicta a su trabajo con una vida más o menos resuelta y más o menos llena. M-A-R-G-A-R-I-T-A... eran muchas las vocales y consonantes que componían su nombre, y necesitó muchas noches y días, más de tres mil, para descomponerlo, comprenderlo y quedarse con su esencia, con lo importante y principio de todo, condensado en una única letra, la M.

Arrancamos la historia en 1986 con una Margarita adolescente de 15 años, esa edad en que la vida y la libertad son cantadas por cada célula. Todo es ritmo, ilusión y vértigo, y ella quiere probarlos y vivirlos, sentir el anhelo, dejarse llevar por las emociones y por todo ese torrente de energía que está transformando sus días y sus noches. Para ello qué mejor periodo que las vacaciones en el pueblo, con todos los tíos, primos y abuela incluida, donde las distintas familias se desconcentran para fijar sus focos en sus propias vivencias e infancias.

Así andaba nuestra Margarita, viviendo y probando con esa sana inconsciencia envuelta en la magia de la juventud. Ella sabía diferenciar lo que era importante de lo que simplemente lo parecía; su foco estaba en vivir y vivir a pesar de su autoritario y machista padre, Miguel, de sus primos cansinos y su hermano pegajoso. Por eso puede decir que el verano de sus 15 años fue su mejor verano, cuando puso los alambres de su personalidad unidos y pegados por un amor incondicional e incomprendido hacia su familia.

Han de pasar unas tres mil noches con sus días y llegar al año 1997 para que Margarita se quede en Marga, superada adolescente y joven madura que ha sabido luchar por lo que quería y conseguir lo que nadie más en su familia fue capaz de conseguir, su libertad intelectual, tal y como demuestra su título de doctora en Biología. Solo su madre, Ana, mujer claudicada al confort que su autoritario marido le proporciona, siente cierto orgullo por su hija; todos los demás le hacen saber y entender que, cuando vuelva al rebaño familiar, ser doctora no la posicionará ni alzará a un estatus superior. Más bien lo contrario: será la rara de la familia, la que no se somete a sus normas y estándares.

Marga ha salido y ha crecido fuera de la familia, pero eso no significa que no los ame; todo lo contrario, valora lo que tiene por lo que es. Cuando vuelve con los suyos para ayudar y preparar la boda de su hermano Carlos, todos ellos de alguna manera intentan apagar esa luz que emana de ella, tan distinta y brillante a las suyas. Se encuentra con mentes recias y necias que ni ven ni dejan ver, y solo la humildad de nuestra Marga hace que su luz y su visión superior pasen desapercibidas... y, aun así, no puede ni debe hacer lo que los demás esperan de ella solamente porque así lo quieran, y más si eso va en contra de su esencia y su ser.

Con todo lo anterior volvemos a la Marga del presente, la que ya ha perdido todas sus vocales y consonantes para concentrarse en una sola letra, la M. Nos encontramos con una mujer muy alejada de los suyos, con otra vida y otra identidad; únicamente la llamada de su madre será capaz de abrir el arca donde encierra sus secretos inconfesables, su dolor, su culpa y su enterrada incomprensión.

Cuando vuelve una última vez, junto al amor por los suyos afloran todos los sentimientos y recuerdos menos buenos, haciéndole volver con más o menos éxito al hogar y a su familia, esa que no la entiende ni comprende en su destierro autoimpuesto pero que, a pesar todo, y a su manera, la quiere e intenta amar. M. ha perdido su letras, pero en el proceso ha crecido y reconstruido una o varias vidas, y comprende la suerte que tiene por todo lo que posee. Hay cosas y sucesos que deben quedar enterrados y así es como ella lo entiende; esas son sus conclusiones y, si ella lo quiere así, ahí lo dejo yo.

Con un lenguaje ágil y sencillo, Pedro Ramos nos sumerge en tres tiempos y tres lugares distintos, Galicia, Madrid y Fairbanks (Alaska), retratándonos una sociedad no tan lejana aunque así nos lo parezca cuando la miramos con la nostalgia y la pátina del tiempo. En ella nos reencontramos con esas familias llenas de tíos y primos en las que primaban la tolerancia y el sentido de unidad a pesar de sus diferencias, envidias u otros sentimientos parecidos... por no decir que quien tenía un primo o una prima tenía un tesoro, y si eran muchos y de tu edad, formaban toda tu comunidad, una fuerte e indisoluble.

Pero, como en todas la buenas familias, encontramos verdades dolorosas, secretos soterrados, culpas y deberes que, junto al amor incondicional que los une, necesitan que se les eche tierra encima para que todo siga y fluya, pues siempre hay verdades que, a pesar del dicho, no los hace libres sino todo lo contrario, y solo el sentido de familia podrá ser la brújula que los guíe y los conduzca a su unidad, a su colectivo.

Con Pedro Ramos repasamos tres décadas con sus luces y sombras, con sus hechos y deshechos y, sobre todo, con sus bandas sonoras (ahí tenemos a Antonio Vega susurrándonos sus canciones en todas las páginas). Por esto, y por todo lo que el autor nos quiere contar, merece la pena leer y entregarse a Tres mil noches con Marga.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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