Ya nadie llora por mí

Ya nadie llora por mí (2017) es una secuela de El cielo llora por mí (2008), una lectura que me gustó mucho por la perfecta mezcla de geopolítica nicaragüense y de novela policial. El autor ha sabido dar vida a sus personajes que resultan entrañables : el inspector Dolores Morales, su asistenta Doña Sofía, su amante la volcánica Fanny, y su ex-compañero de armas Lord Dixon, baleado en el ejercicio de sus funciones. Más todo el coro de personajes secundarios que tienen profundidad y resultan creíbles.

Actualmente el inspector Morales ha sido despedido de la Policía Nacional, por entrometido en asuntos de corrupción que involucran a demasiada gente, especialmente a gente que está en el poder. Se gana a penas la vida como detective privado, esencialmente con casos de adulterio. Sigue secundado por la sagaz Doña Sofía, antigua señora del aseo de la ex comisaría de Morales, pero a esta señora no se le escapa ningún detalle ni deducción, además que es bastante perita con el uso de Internet. La fogosa Fanny fue abandonada por su marido y sigue siendo la amante de Morales aunque debe enfrentar problemas serios.

En este tomo, un personaje de clase media, Miguel Soto, que se ha enriquecido y ennoblecido gracias a un matrimonio de alcurnia, maneja negocios en todos lados, con una situación personal bastante turbia, pero que no afecta en nada su modo de vida ni sus relaciones dentro o fuera de Nicaragua. Miguel Soto buscará a Morales para dar con el paradero de su hijastra, una muchacha joven que se ha esfumado. La chica es hija de su esposa en primeras nupcias.

Busca a Dolores Morales porque es un personaje tan insignificante en el paisaje managüense y Miguel Soto no quisiera que escarben en el estiércol de su privacidad. Soto le dará una gruesa suma de dólares para que la búsqueda se haga de la manera más discreta posible.

El detective Morales irá de asombro en asombro y su terquedad lo pondrá en mil peligros. Aparece a lo largo del texto, su finado ex compañero de armas y amigo, Lord Dixon, que actúa como la conciencia de Morales, con un monólogo interior que le prodiga consejos y observaciones enjundiosas.

La geopolítica local está siempre presente, pero tan bien amañada que hay que leer entre las líneas para sacarla a lucir; la novela se lee como una buena novela policial, entretenida, ágil, con diálogos divertidos.

Aunque el final es desolador, porque aquí triunfa la corrupción de la manera más descarada que se puede imaginar. Triste realidad para un país en situación difícil.
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