«El almohadón de pluma» de Horacio Quiroga es un cuento de horror. Tiene un magnífico comienzo: «Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia». Recuerda un poco a Valle Inclán con sus tríadas de adjetivos: rubia, angelical y tímida. Alicia, la joven esposa del cuento, tiene un ataque de influenza que la obliga a guardar cama. Poco a poco va debilitándose y acaba muriendo: «Nadie podía sospechar que había un bicho vampírico oculto en su almohadón de pluma que le chupó la sangre y la energía hasta llevarla a la muerte. la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca. Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo; pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había el monstruo vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma». Sorprende como explica la muerte de Alicia de un modo casi científico.
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