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24 April 2023
Este es el mes de ‘libros que hablan de libros' en el reto de lectura, ocasión perfecta para leer Los secretos que guardamos, de Lara Prescott, y saber un poco más sobre la locura alrededor de la publicación de El doctor Zhivago, un tema que me apasiona desde que leí la novela, y posteriormente El ocaso de los dioses de la estepa, de Ismail (todopoderoso, rey de reyes de la pluma bendita) Kadaré, quien narra esos días en los que ‘El doctor' se leía de forma clandestina en el mundo soviético y sobre la controversia que generó el anuncio de Pasternak como ganador del premio Nobel.

Los libros pueden transformar al mundo. Pregúntenle a Lara Prescott (quien es tocaya de la heroína de El doctor Zhivago, por cierto).

Hace unos años la CIA desclasificó los archivos de una operación cuya arma fue un libro. La misión: entregar esa historia a ciudadanos rusos para hacerla circular entre los habitantes de la Unión Soviética. El gobierno había prohibido su publicación pues se consideraba ajena e incluso contraria a los valores del país. Un hombre se jugó el pellejo para llevarla a su jefe, un editor italiano con mucho olfato para reconocer obras maestras y revolucionarias. Y el resto es historia. Una historia en la que la autora se inspiró para recrear y dar lugar de honor a héroes, pero, sobre todo, a heroínas anónimas sin las que esta misión no habría sido posible.

Los secretos que guardamos es el viaje de vida de tres mujeres. En el ‘bloque del Este' tenemos a Olga Ivinskaya, amante, compañera y apoyo incondicional de Boris Pasternak. En ‘Occidente', Irina, una joven de origen ruso, resentida con el régimen y empleada en una oficina gubernamental estadounidense como mecanógrafa, y que más tarde tomará parte activa en la operación para dar a conocer la novela. Y por último, y también de Occidente, Sally, una espía que da voz a todas aquellas mujeres entregadas al servicio de los secretos y que poca, o ninguna gratitud recibieron en su tiempo, y mucho menos en la historia.

El carácter reivindicativo del papel de las mujeres en la publicación y difusión de El doctor Zhivago es la esencia de esta novela. Olga fue quién recibió los golpes que el gobierno no pudo dar a Pasternak debido a su fama y trascendencia. No solo fue la musa que inspiró a Lara (el personaje), también trabajó incansablemente para el autor como enlace, crítica, traductora y editora. Olga fue los pies de plomo que aterrizaban al autor. Fue su protectora.

La parte dedicada al bloque del este es, desde mi punto de vista, la más lograda, la que más engancha, la más sentida, y la que consigue aquello que la autora busca: reivindicar a una mujer con miedos, contradicciones, pero con una valentía, resistencia, coraje y amor a prueba de todo.

El lado occidental creo que es el que menos cuaja. Irina es un personaje muy interesante, pero que fue engullido por la historia de Sally. Irina arrancó con fuerza, tenía mucho que decir y hacer, pero se perdió en una serie de sucesos que no lograron tomar impulso. Aquí la autora abre la puerta a demasiados temas pero no logra desarrollar ni profundizar en ninguno. Las conversaciones entre las mecanógrafas daban para un universo y también se diluyeron y supieron a poco.

Independientemente de los momentos en los que eché en falta más profundidad, el simple hecho de reencontrarme con la historia de Pasternak desde otra perspectiva y refrendar el poder de las letras para cambiar las mentes, hace que haya valido la pena el viaje al que nos invita Lara Prescott. Siempre es positivo dar voz y traer a la literatura y a la memoria a esas mujeres que también hicieron historia, que arriesgaron sus vidas y su integridad en favor de sus convicciones.

Los clásicos rusos entraron en mi vida con fuerza en la adolescencia. Había muchos clásicos rusos en la biblioteca cercana a mi escuela, y en las librerías de viejo las ediciones que vendían se adaptaban perfectamente a mi bolsillo de estudiante con una asignación económica muy reducida. de esos días guardo un libro llamado Historia social de la literatura rusa, 1825- 1904. Este libro reposó décadas en casa de mis padres sin ser leído. He iniciado su lectura hace unos días (ya lo reseñaré cuando lo termine), y aunque no abarca la época de Pasternak, quiero retomar una frase de Ronald Hingley, su autor, que me parece clarificadora:

“Quizá la más importante cualidad de los grandes realistas rusos, y que más contribuye a amalgamarlos, sea la actitud que todos toman respecto a sí mismos y a su mundo -la importancia que dan a su misión en el más fino sentido de la palabra-. Con la mayor seriedad se enfrentan con el problema del hombre y del destino del hombre. Algunos tenían sobre esto opiniones firmes y claras y tratan de exponerlas; otros, menos dogmáticos, trataron por lo menos de representar los contrasentidos de la vida rusa y de la existencia humana, aunque sin pretender dar soluciones…”

En esta frase reconozco mucho del poder de “El doctor Zhivago”, y Prescott lo refleja muy bien en la construcción del personaje de Pasternak.

‘El doctor' no era un libro incendiario ni la gran blasfemia antisoviética (años después algunos miembros importantes del gobierno reconocieron que ‘no había sido para tanto'), pero sus voces son las voces de personas que piensan y sienten desde su individualidad. Son voces que se cuestionan lo que les rodea y eso es más poderoso y tiene mayor calado en las sociedad que muchas acciones que intentan conseguir el mismo fin.

Libros, divino tesoro. Libros de armas tomar.

Espero que el futuro me regale más ‘historias sobre historias' que llegaron para transformarlo todo.

Excelentes y transformadoras lecturas para ustedes también.
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