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Es una crónica romana donde predomina el detalle en las estrategias de cuando las batallas eran tan sempiternamente crudas como ahora y tan rudimentarias y suicidas como sólo entonces. Y hasta aquí lo positivo de la novela. No hay nada sorprendente en los personajes salvo el desaprovechamiento de la mayoría. Todos adolecen de lo que podría considerarse un raro mal en un relato ficticio; el de ser como se espera que sean. Si ya imaginas cómo acabarán el interés decae, el mío al menos . Este detalle es el germen que culmina en la total falta de interés por el devenir de cada cual. La prosa es del todo insustancial, como los cinco minutos lineales de los que dispone el locutor de radio para dar las noticias. La escritura carece de cualquier brillo de profundidad y ¿por qué no? también de toda lírica. Es el acierto en lo uno y lo otro lo que hace de cualquier libro un referente que si, además, se acompaña de una gran historia lo eleva a la categoría de imprescindible. El sitio de este relato, en cambio, es el de ser una novela más de romanos sólo apta para el disfrute de quien lee todo de este género y/o autor. Obviamente, y como suele ocurrir en el rendimiento económico de según qué productos en todos los géneros artísticos, nada de lo dicho es incompatible con lo mucho que ha vendido. |
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