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En esta historia, Arantza nos trae el viejo conocido crimen a puerta cerrada, en el que acabamos desconfiando de todos y de todo. El crimen sucede en una noche muy especial en Compostela: la noche del Apóstol, en la que los fuegos artificiales y el espectáculo lumínico embelesa a la ciudad. Nos encontramos de nuevo con una narración fluida, con capítulos cortos y adictivos. El ritmo narrativo no decae, no hay manera de separarte del libro y las hojas pasan sin darte cuenta (este libro me debe unas cuantas horas de sueño). Otra vez Arantza nos lleva de paseo por Compostela. Es una delicia pasear por sus calles y parques una vez más, y más aún porque me cuadró estar allí, así que pude pasear por los escenarios durante la lectura (y hacer la documentación fotográfica de rigor para mis compis de lectura). Me gustaron mucho las pinceladas de denuncia social hacia temas como la revictimización secundaria que sufren las víctimas de determinados delitos y las dificultades que encuentran para su denuncia; o también la llamada de atención sobre el tema de la salud mental. En esta historia Abad y Barroso vuelven con fuerza, con una relación compleja y que tiene mucho peso en la historia. Aunque de entrada parecía eclipsar la trama un poco, lo cierto es que para mí está justificado por los acontecimientos de la historia. |
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