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Gracias a este libro he descubierto a otra artista mujer, a la que Elena Poniatowska da voz; una voz en principio fracturada de la que cada vez se destapan más matices. Angelina Beloff es una pintora rusa exiliada en París que finalmente emigra a México, donde vivió durante treinta y cinco años. Descubrir su arte y leer acerca de su figura una vez finalizado el libro me llena de alegría. La belleza de las cartas que la escritora imagina es inmensa, pese a relatar una soledad y una desazón inconmensurables. Parece ser que la última es real: quizá la escritora la usa para reconstruir todo lo que pudo haber desde el definitivo regreso de Diego Rivera a México. He sentido tristeza porque el talento de otra mujer quedó ensombrecido por otra figura masculina. La idea del « gran pintor » no le deja lugar para valorarse a si misma, y la evocación de esta posibilidad plausible me llena de rabia. Esa relación entre amor recibido y valía personal tan alimentada durante tanto tiempo… He sentido empatía hacia una mujer que quedó enteramente « borrada », durante un tiempo al menos, lastradas sus fuerzas tras perder a su pareja (me contengo porque no conozco los hechos con seguridad) y a su único hijo. He sentido rabia frente a la desesperación de su enamoramiento. Su dependencia emocional resulta dolorosa. He admirado la belleza contenida en el proceso de « emancipación » de Angelina Beloff, una mujer que prioriza su vida como artista en un contexto de posguerra y que acaba recuperando una voz propia en un país que le brinda nuevas oportunidades (México, oh, México!): dio clases de dibujo, participó en la creación del teatro infantil y continuó creando… En definitiva, otra joya de impedimenta que he disfrutado muchísimo y otro motivo más para alabar a #elenaponiatowska |
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