No era posible dejar de correr. Las balas nos pasaban por todos los lados. Corríamos dos o tres metros a cubierto y tres o cuatro al descubierto. Las balas suenan muy parecido al despegue de un jet.
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No era posible dejar de correr. Las balas nos pasaban por todos los lados. Corríamos dos o tres metros a cubierto y tres o cuatro al descubierto. Las balas suenan muy parecido al despegue de un jet.
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En unos minutos aquello era un infierno. El rugido de las armas era ensordecedor. Los cristales de los departamentos volaban hechos añicos y en el interior las familias, locas de terror, trataban de proteger a sus hijos más pequeños.
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Se improvisó una camilla con algunos tubos y un abrigo, pero el estudiante de medicina que nos ayudó fue detenido.
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Como agua para chocolate