Las cartas de Esther

Cada vez estoy más segura de que estamos construyendo una sociedad de impacientes. En la actualidad, hay pocas cosas que no se consigan con un simple clic, y si no es así, tenemos suficiente sobreestimulación para encubrir la espera.

La cartas de Esther no solo deja un mensaje potente a este respecto, si no que, además, es en sí mismo un ejercicio de desaceleración.

Esta es sin duda una novela epistolar de personajes. Un grupo de desconocidos comienza a cartearse como ejercicio literario y es entonces cuando el poder de la palabra obra su magia: poco a poco todos se van abriendo en algún sentido tejiendo lazos afectivos que nunca hubieran imaginado entre completos desconocidos.

Con sencillez y delicada cadencia, iremos conociendo cada uno de los fantasmas que asedian a los protagonistas, porque sentarse frente a una hoja en blanco sin cortapisas y con ánimo de entablar conversación a veces es desnudarse un poco.

Con cada uno de los personajes se toca un tema diferente y cercano, más o menos mundano pero no por ello menos conmovedor o importante. La depresión postparto, la soledad, la enfermedad, el duelo... de todas y cada una de nuestras vidas podríamos extraer una temática sobre la que reflexionar, por lo que las de este grupo de alumnos no son menos.

Y recogiendo todas estas temáticas, la esencia de la novela, el valor escribir de nuestro puño y letra una carta, dejarla en el buzón y esperar con intriga e ilusión una respuesta de llegada incierta. El valor de la comunicación tradicional: la que se sopesa, la que nos exige toda nuestra atención, la que nos pide tiempo, paciencia y tino porque no regala un feedback inmediato ni una oportunidad de rectificación o aclaración contigua. Esa que, por desgracia, se está perdiendo.

Tal vez no sea un libro para todo el mundo, adolece de algunos aspectos a los que se da valor en la literatura que se consume hoy día (acción, giros...), pero si sabes disfrutar de historias pausadas que tienen algo que contarte, puedes darle una oportunidad. Yo solo puedo decir que la he disfrutado mucho y me ha llenado de nostalgia de aquellos días en los que abría el buzón con la esperanza de hallar algo más que facturas.