La Orden de los Condenados

¡Ven!
Atraviesa, si lo has merecido, el vestíbulo donde habitan las almas de aquellos que jamás se comprometieron. El hogar de los tibios.

Tras la puerta, mientras ellos siguen eternamente a un vacío estandarte en blanco, se hallan los 9 círculos del infierno de Dante.
*Abandona la esperanza si entras aquí"

Casi dos siglos después de los 33 cantos de Alighieri, en pleno renacimiento, un asesino en serie deja su sello en la boca de las víctimas. La divina comedia, como hoja de ruta. Como libro maldito.
Se le conoce por el Toscano.
Su identidad, un misterio.

Un apellido. Borgia, y todo aquel que pueda hacer que el difícil equilibrio político de Alejandro VI se desmorone.
Ellos serán sus víctimas.

El autor está inmenso y crea un difícil juego entre la licencia y lo poco que se conoce acerca de las muertes de personajes relevantes de la época, sirviéndose de un homicida para rellenar con literatura, los huecos que ha dejado la historia.

No solo sale indemne, sino que alcanza una simetría insuperable entre agilidad, fluidez y tensión narrativa.
Las páginas vuelan gracias a la alquímica mezcla de imaginación y lucidez.
Los muertos están donde deben. Esa es la dificultad. Que lo estén con un polizón a bordo de la historiografía.


La orden de los condenados es un trepidante thriller histórico, pero sobre todo, una novela coral.

Bajo la premisa de estos asesinatos, Alan Pitronello hace un fresco de la lucha de poder entre los distintos estados itálicos de finales del siglo XV.

No se trata de una biografía de la archiconocida familia, de hecho, el relato abarca tan solo 5 años, pero quizá sí, los más convulsos.

Por si fuera poco, no tarda más de un amén en aparecer otro invitado de lujo. Gonzalo Fernández de Córdoba, que, al servicio del Papa, tomará los territorios de Nápoles ocupados por Francia.
Una nueva forma de hacer la guerra de un militar invencible.
Junto a él, los Rueda. Padre e hijo. Esta vez ficticios, pero de esos que dejan huella y te roban el alma.

No se vayan todavía, aún hay más. Diego de Paredes conocido como *el Sansón extremeño"
Capaz de matar a cinco hombres con una barra de hierro, por haber faltado a su honor. Un personaje tan increíble como real.


Y por supuesto, la condesa de Ímola, Caterina Sforza, una mujer explosiva y tan cruel como cualquier noble del lugar.

La obra de Pitronello es puro espectáculo. Llena de pequeñas capas que se van desgranando sin entorpecer el hilo central.

La desmitificación de una famila que, gracias a los grandes clásicos, ha llegado a nuestros días como depravada e incestuosa, cuando, en realidad, no fueron distintos al resto de sus contemporáneos.
Políticos, ambiciosos y sin escrúpulos.

La lujuria y el vicio está retratada en un lugar llamado "El Palacio de los Príncipes" donde Pitronello se sirve de máscaras venecianas para señalar a toda una sociedad, sin mencionar a nadie.

La diferencia de clases, la opulencia frente a la miseria y los continuos cambios de bando están también muy presentes.

Y un pequeño regalo para aquellos que hemos leído sus novelas del que solo diré, si no lo han hecho, que sigan el consejo que el autor da al final de sus notas.


Una novela en continua efervescencia, de poder, ambición, asaltos, escaladores y renacimiento, con sus luces y sus sombras que he disfrutado como un enano.

Y es que Alan Pitronello a la tercera ha sido sin duda, tres veces mejor





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