El cielo rielaba por encima de mi cabeza. Mis huesos rotos rozaban unos contra otros y el dolor era terrible y lejano y casi había acabado. La muerte venía por mí, pero yo estaba contento
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El cielo rielaba por encima de mi cabeza. Mis huesos rotos rozaban unos contra otros y el dolor era terrible y lejano y casi había acabado. La muerte venía por mí, pero yo estaba contento
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La criatura se estaba retorciendo en mi espalda, deslizaba la lengua alrededor de mi cuello y arriba y abajo de mi cara mientras hacía un ruido sibilante y mojado, y sus ojos rojos lanzaban destellos desde el amorfo bulto negro que era su cuerpo. Era la Muerte. Era la Locura. Era todo en lo que yo me había convertido.
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El cura había dicho que el parásito provocaba un caos a su paso que aumentaba la maldad de los que estaban a su alrededor. Ahora no tendría más remedio que aceptar que la criatura existía.
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Sabía que iba a tener que matar una y otra vez, pero yo elegiría a mis víctimas. Eligiría a las que ya fueran almas condenadas, mujeres criminales y depravadas. No mataría inocentes. No era un monstruo.
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Las llamas eran hipnotizadoras y encontré algo de consuelo en el chisporroteo constante que provenía de la chimenea, en la forma en que cada bola de papel arrugado se ponía primero negra y luego se reducía a ceniza gris.
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Me tumbé en la cama y fumé más opio, dejando que una tranquila sensación de satisfacción me recorriera todo el cuerpo. Me sangraba la espalda pero no me importaba; eso me debilitaría y era justo lo que quería.
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Le había administrado el veneno lentamente al principio, nervioso porque se descubrieran mis tejemanejes, pero el niño, ya débil, realmente estaba muy enfermo y puede que no hubiese sobrevivido de todas formas.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?