Si pensáis que está todo escrito sobre casas encantadas os equivocáis. Eso creía yo hasta que llegó El morador. Este libro empieza con un capítulo precioso, una carta de amor a los veranos de la infancia. ¿Un libro de terror puede empezar así? Puede, lo hace y está preparándote para lo que viene. Greg y Lis eran los niños más felices del mundo en la granja de los abuelos, correteando por los bastos prados con sus dos perros y recogiendo flores para colocar en la mesa del porche. Por eso cuando la abuela falleció y su refugio de los veranos quedó como un triste recuerdo, Lis no se lo pensó dos veces y puso rumbo allí, puede que para evocar aquellos años tan felices, para intentar conocer más aquellas manos que tanto la acariciaban, o simplemente porque había algo que la llamaba a ir. Siempre hubo una presencia constante, unos dientes de león que nunca se marchitaban y una leyenda sobre esos terrenos que tarde o temprano tenía que salir a la luz. Creo que se nota lo bien que me lo he pasado con este libro. El Morador tiene un ritmo pausado, está hecho para disfrutar poco a poco, para que saborees el miedo, la nostalgia y el dolor. Para leer de día, esconderte entre sus páginas y recorrer los senderos que llevan al pasado. Aquí hay brujas, maldiciones, almas corrompidas, historias dentro de otras, libros que tienen que ser quemados y secretos enterrados (nunca mejor dicho). Gracias Daria, es una curita para el corazón encontrarte con libros que te hacen sentir tanto, tanto… |