“Todo aquello de comer como los anacoretas yerbas salvajes o salta-montes del campo, era, por lo visto, pura fábula, tradición olvidada” ~ Lázaro de Jacinto Octavia Picón. Diego y Antolín son dos hermanos que viven en el campo, de las tierras de labranza que quedan de una familia que otrora era más poderosa. Los hermanos hacen un trato: uno de ellos migrará y el otro permanecerá en el campo de manera que aquel que obtenga fortuna ayudará al otro. Y la fortuna le llega a Antolín quien emigró a la ciudad y es ahora obispo y fiel a su palabra ayuda a su hermano haciéndose cargo de Lazaro, un hijo de este, para “sacarle de entre esas breñas” y darle una edición “conveniente, instruyeéndole en las buenas doctrinas del santo temor de Dios”. Y allá se va Lázaro, a integrarse al clero. Pero, ¡hete ahí! que este Lázaro ve y observa y de sus observaciones concluye que hay ciertas discrepancias entre lo que el clero proclama y la forma en la que el clero vive. le pasan más cosas a este joven cura pero tampoco os voy a contar el libro entero porque si no, ¿qué vais a leer? Eso sí, os informo que no es un libro de fácil lectura, por lo menos hasta que le coges el tranquillo al estilo del autor y descubres que entre sus frases, a veces un poco enredadas, se esconde una ironía y un sarcasmo que merece la pena disfrutar. El trasfondo ya os lo podéis imaginar. Una crítica a la Iglesia y la visualización de todos aquellos jóvenes que para asegurarse una educación o el pan de cada día, se hacían seminaristas con una vocación nula que malamente sobrellevaban y peor aun cuando había que convivir con la realidad. ¡Cuántos casos!, y ¡qué difícil la marcha atrás! La sociedad también tenía su responsabilidad. |