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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
11 March 2019
Conocí este libro meses antes de que llegase a España porque me lo encontré formando una pila enorme desde el suelo en una librería Waterstones durante un viaje a Inglaterra. Corría el año 2017, había ganado el British Book Award, y estaba por todas partes, literalmente. Y la portada era maravillosa hasta el infinito, con ese estilo victoriano recargado pero combinando colores de tal manera que se te iba la vista hacia ella. No lo compré porque era un librazo y en la maleta de cabina cabe lo que cabe, pero cada viaje tiene un libro, por así decirlo, y en 2017 fue The Essex Serpent. Siruela lo publicó en España varios meses después (con la portada bastante descafeinada con respecto a la original, eso sí, aunque parezca similar), y una amiga que sabía lo del "libro del viaje", me lo regaló esas mismas navidades. Me hizo una ilusión tremenda... hasta hoy.

Y vosotros diréis, ¿a qué viene una intro tan larga? Pues a que comencé a leer de cada opinión que, vaya, se me desplomaron las expectativas (que si aburrido, que si raro, que si no pasa nada...), y aunque cuando me muero por leer un libro no suelo hacer mucho caso y acabo leyéndolo igualmente (y normalmente disfrutándolo y llevando la contraria, dicho sea de paso xD), era un libro especial y preferí tomarme mi tiempo y olvidarme de todo lo que había leído sobre él. Lo he dejado reposar un año, y después de estas últimas navidades, me he puesto con él. Y qué queréis que os diga, me arrepiento de no haberlo leído antes. Si es que en esta vida tiene que haber de todo, y cada lector leemos una cosa totalmente distinta cuando abrimos un libro.

La narración abarca casi todo un año (desde Nochevieja hasta noviembre de 1893), y cada capítulo representa uno de los meses entre medias. Comienza en Londres, donde conocemos a Luke Garrett, apodado el Diablillo por su baja estatura, sus rasgos y el ímpetu que impregna cada uno de sus movimientos. Es cirujano, y dos pasiones extremas rigen su vida: por un lado, la propia cirugía, a la que consagra su vida, y los avances en la medicina que permiten llegar donde nunca se ha llegado dentro de un quirófano; su otra pasión es Cora Seaborne, mujer de la alta sociedad que acaba de enviudar y a la que ha conocido mientras trataba a su esposo de su enfermedad. ¿Cómo se siente Cora tras enviudar? Liberada, libre al fin de poder ser ella misma, de hacer lo que quiera, de no tener que rendir cuentas a nadie. Ella también tiene una pasión, la paleontología, y le gustaría seguir los pasos de su admirada Mary Anning y hacer un gran descubrimiento fósil. Por eso cierra su casa en Londres y, junto a su singular hijo Frankie y su sobreprotectora dama de compañía, Martha, se traslada a Colchester, en Essex, la ciudad más antigua de Inglaterra y cuna de la leyenda de la enorme serpiente con alas que surca de tanto en tanto el río Blackwater. Vecino a Colchester se halla el pueblo de Aldwinter, donde reside el párroco William Ransome junto a su familia. Por diversas circunstancias William y Cora se acaban conociendo, y sus vidas, junto a las de quienes todos los que les rodean, jamás vuelven a ser las mismas.

Este resumen, que puede parecer muy largo, es solo el principio del libro, porque si me adentro en todos los palos que toca Sarah Perry en la novela, me quedaría un resumen-no resumen. Evidentemente cada cual habla según le ha transmitido el libro, pero en mi opinión en esta historia pasan muchas cosas, muchas, que además reflejan la época en la que transcurre de una manera tan afilada, tan precisa y tan concisa, que la lectura del libro te sumerge sin aspavientos en buena parte de lo que se cocía a finales del siglo XIX en Inglaterra. Es un libro que representa muy bien todo lo que bullía en el XIX pero que no se podría haber escrito (o al menos publicado) en el XIX, y esa serpiente de Essex representa la era victoriana con todas sus contradicciones: es motivo de superstición y miedo para una era todavía muy aferrada a la religión y los castigos divinos, y es motivo de curiosidad científica para una era en la que la ciencia había dado al fin el salto de gracia y comenzaba a profesionalizarse y evolucionar hacia lo que es hoy en día.

Durante las primeras décadas del siglo XIX, la revolución que supuso Mary Anning para el mundo de la paleontología en general (y para el papel de la mujer en las ciencias en particular) quizás le suene muy lejano a quien no le interese mucho el tema, pero para quienes sí nos apasiona, leer sobre su legado sigue siendo fascinante (y muy poco tratado en la literatura, salvo contadas excepciones como Las huellas de la vida, de Tracy Chevalier). Cora Seaborne representa a muchas de aquellas mujeres que intentaron seguir sus pasos años y décadas después, mujeres estudiosas de la ciencia y mucho más eruditas que los hombres que las relegaban al calor del hogar y la familia, y que soñaban con hacer un gran descubrimiento fósil que pasara a la historia. Cora desborda en este libro no solo pasión por la palentología, sino también por la ciencia en general, y por eso su personaje no solo es un justo homenaje a Mary Anning, su legado y su influencia tanto en la ciencia como en el papel de la mujer en ella, sino que además es un fiel reflejo de la sociedad de finales del siglo XIX, totalmente entregada al desarrollo y los avances de la ciencia... un mundo en el que la religión y sus supersticiones ya no tenían cabida.

Por eso la relación que establece con el pastor William es una relación atípica, porque atípicos son estos dos personajes dentro de los roles que les ha tocado interpretar. William es párroco, pero no lo parece en muchos aspectos; es un personaje muy alejado de los curas remilgados y engolados que solemos leer en los libros de aquella época. Es curioso, reniega de supersticiones y conoce a poca gente con la que pueda entablar disputas dialécticas sobre muchas de las que cosas que le mueven y le interesan. Por eso se siente inmediatamente atraído por la fuerza y el intelecto de Cora, a pesar de que ella representa y defiente todo aquello que pone en entredicho su misma razón de ser, la religión. Desde el principio estos dos personajes parecen estar conectados por un hilo que nadie más ve, y el desarrollo de esta relación es de todo menos convencional. Y uso la palabra relación con mucho tiento, porque no quiero dar una impresión errónea sobre lo que se puede esperar en el libro. Que nadie piense en una relación romántica al uso, que no la busque ni se interese por este libro en base a eso, porque se va a llevar un chasco. Precisamente esa es una de las razones por las que tanto he disfrutado de esta historia: si Sarah Perry hubiese andado por caminos ya conocidos del romance literario, seguramente me hubiese gustado menos. William y Cora son dos personajes peculiares, él es un párroco que no lo parece y ella una dama de la alta sociedad que lo parece aún menos y que huye de los corsés que esa etiqueta impone, y la relación entre ambos está libre en buena medida de los tabúes y las restricciones de la época y condicionada por sus personalidades, bastante fuera de lo común.

Pero es que la cosa no queda ahí, porque cada subtrama ocupa su espacio y abre una ventana a muy diversos temas y los muy diversos palos que toca la autora (y para mí lo hace con acierto, abarca mucho pero todo ocupa el espacio que le corresponde, sin más. le da muchas páginas a lo que lo necesita y menos a lo que se basta con una dimensión más reducida). Por poner un ejemplo, arriba os hablaba del singular hijo de Cora. Lo denomino así porque jamás se le da nombre a esa singularidad, pero creo que resulta muy evidente que Frankie es autista, palabra que en aquella época no existía para denominar ese trastorno y que la autora por tanto no puede usar, así que va dando brochazos aquí y allá cuando la historia lo necesita para que entendamos qué tipo de persona representa Frankie y por qué hace las cosas que hace. Otro ejemplo sería la actitud demasiado protectora de Martha hacia su señora, que parece esconder mucho más allá de lo que establecen los cuidados habituales y normales de una dama de compañía. O cómo a través de la propia Martha y de un personaje que aparece avanzada la narración, nos adentramos en el descontento de la masa obrera, sus condiciones de vida, las consecuencias de la Revolución Industrial y su lucha por una vida digna y en condiciones. Y no puedo dejar de lado a Luke Garrett, cirujano demasiado avanzado para la época, un genio de la medicina que es consciente de lo que puede llegar a hacer por los pacientes si le dejan, pero al que le ha tocado vivir en una época en la que todavía se consideraba locos e imprudentes a aquellos que llevaban a cabo procedimientos impensables dentro de las practicas rutinarias.

Y sé que esto me está quedando largo, pero tengo que hablaros del estilo de Sarah Perry, de los personajes que construye, de la ambientación que logra... Es que me ha parecido todo sencillamente fantástico. Cuando nos mueve por Londres y sus calles, muchas veces las calles de la gente obrera, no la de la alta sociedad, lo hace muy bien, pero cuando nos traslada a Aldwinter, con sus gentes, sus calles, ese Blackwater que lo bordea y lo define, se supera, y la cotidianidad se coge de la mano de una intencionalidad gótica que va y viene jugando con el interés del lector. La narración de Sarah Perry se vuelve adictiva conforme avanzan las páginas, y la mezcla entre la trama principal, las subtramas, el recorrido de los personajes y todas las intenciones que esconde la historia, a mí me hacían difícil dejar de leer. Me ha gustado mucho la prosa de Perry, muy cuidada evitando caer en lo pomposo y con una voz muy personal, muy auténtica.

En resumen, en la viña del Lector tiene que haber de todo, que diría aquel, y yo he disfrutado mucho de la lectura de este libro. Por la época en que está ambientado, por los temas que trata, por la prosa y el estilo de la autora, por la relación tan peculiar que se establece entre William y Cora... incluso por el final, porque es consecuente con todo lo que ocurre a lo largo de las páginas y si hubiese sido otro, si hubiese seguido derroteros más cómodos, mi opinión se hubiese tambaleado un poco. La serpiente de Essex es una lectura peculiar pero absorbente, y se adentra en temas que me apasionan por lo que implicaron en aquella época a escala social, religiosa, científica y médica (el inicio de la era moderna tal y como la conocemos, vamos). Quizás ahí radica la esencia de todo el libro: que te tienen que interesar esos temas y te tiene que gustar el modo en que decide contártelos la autora. Las dos cosas juntas, no basta con solo una de ellas. O tiras hacia delante con las dos, o seguramente la conexión con la historia se tambalee. Creo que queda claro que, en mi caso, yo he tirado hacia delante con todo :)

Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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