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“ʜᴀʟʟᴀʀás ᴛᴜ ᴠᴏᴄᴀᴄɪóɴ. ᴘᴀʀᴀ ᴇsᴏ sᴇ ᴛʀᴀᴢᴀʀᴏɴ ʟᴏs ᴄᴀᴍɪɴᴏs, ᴘᴀʀᴀ ǫᴜᴇ ᴅᴇᴀᴍʙᴜʟᴇᴍᴏs ᴘᴏʀ ᴇʟʟᴏs ʜᴀsᴛᴀ sᴀʙᴇʀ ǫᴜɪéɴᴇs sᴏᴍᴏs”. Concha Perea teje con maestría una intrincada historia en la que nos devuelve a la raíces originales de los cuentos de hadas, en los que ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos. Ya desde las primeras páginas nos damos cuenta de que no va a ser la típica novela de fantasía de elfos, magos y guerreros. Hay oscuridad en su relato, pero también luz, y muchos contrastes. Diversas clases de hadas, duendes y otras criaturas viven su vida en Terralinde, un mundo feérico basado en el folklore popular. Y no creen en los humanos. Bueno, algunos sí y los llaman locos, jaja. Nicasia, nuestra maravillosa antiheroína, es un hada ingeniera, una 𝘬𝘯𝘰𝘤𝘬𝘦𝘳, cuya compleja personalidad es fruto de su pasado y sus consecuencias, del cual vamos conociendo retazos a lo largo de la narración. Es el hilo conductor de la historia, conectando pasado y presente, pero no podemos dejar de lado otros personajes con tanto o más peso que ella, como el maravilloso Dujal, que evoluciona de una forma espectacular a lo largo de las páginas hasta convertirse en mi favorito de entre todos ellos. Magia y tecnología (de ahí su catalogación como 𝘴𝘵𝘦𝘢𝘮𝘱𝘶𝘯𝘬 dentro de la literatura fantástica) se dan la mano y aparecen a lo largo de toda la novela, salpicándola de 𝘴𝘦𝘯𝘴𝘦 𝘰𝘧 𝘸𝘰𝘯𝘥𝘦𝘳 y haciéndonos sonreír, reír y también, por qué no, sufrir. Y es que la magia siempre tiene un precio. Además encontraréis un 𝘸𝘰𝘳𝘭𝘥𝘣𝘶𝘭𝘥𝘪𝘯𝘨 muy trabajado, intrigas políticas, conspiraciones, búsquedas, batallas, venganzas y amor de muchas clases. Es increíble todo lo que alojan sus 672 páginas. No quiero contaros nada, tenéis que descubrirlo vosotros mismos. La novela es autoconclusiva, aunque deja un arco argumental abierto para la segunda parte, "La última primavera", en la que se resolverá la trama principal de fondo. |
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