Estamos todas bien

En su primera novela gráfica, Ana Penyas ha retratado con sencillez la vida de sus abuelas. Estas mujeres bien podrían ser las abuelas de cualquier español que ronde la treintena, lo cual a veces, a lo largo del libro, hace que la piel se le ponga a uno de gallina.

El texto es sencillo y escaso, ya que la autora ha querido dar más importancia a las ilustraciones, las cuales transmiten mucho más que ciertas palabras. Aunque las vidas de las dos mujeres se entrelazan, es fácil saber de quién se habla por un patrón muy sencillo: mientras que las anécdotas de Maruja aparecen en tonos rosados, las de Herminia se plasman en ocres.

Este libro no es sólo un homenaje de Penyas a sus abuelas, sino también a todas aquellas mujeres de la misma generación que ellas, que trabajaron tanto dentro como fuera de casa sin alardes ni reconocimientos, siempre en silencio a la sombra de sus maridos.

Aunque se me ha hecho corta, esta novela gráfica me ha transmitido muchas cosas.