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Esta novela gráfica es preciosa por su intencionalidad y por su estilo estético. Ana Penyas rescata la historia de sus dos abuelas como medio para poner en evidencia la historia de muchas mujeres, que quedaron reducidas a esposas, madres y/o abuelas, cuyas vidas, se entendía, debían estar necesariamente dedicadas a cubrir las necesidades de los demás. La autora rescata la historia de Herminia y de Maruja, de quienes muestra algunas pinceladas biográficas, pasadas y presentes. Sus nombres aparecen en repetidas ocasiones a lo largo de la novela, quizá como una forma de representar sus identidades en un sentido más amplificado, y denunciando al tiempo el hecho de que siempre deberían haber sido mucho más que un simple rol, por importante que fuera a nivel familiar o social. Y si bien la obra resalta el hecho de que ellas, como mujeres, tienen pensamientos, necesidades y deseos propios, al margen de los que la sociedad les presuponga, a mi modo de ver se presenta todo de un modo algo superficial; habría sido maravilloso percibir mayor énfasis en algunas ideas o mensajes. Quizá sea mi inexperiencia con este género la que me lleve a realizar esta valoración, pero esperaba más contundencia en la narración que, por otra parte, tampoco posee una continuidad en el relato. Sí me gustaría señalar el potencial que posee el lenguaje visual, con estructuras narrativas potentes e imágenes muy evocadoras. Me quedo, pues, con ganas de seguir leyendo a la autora y descubrir otras obras suyas y de otras autoras en este mismo género. |
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