Todo cambió ese verano

El mundo de Sara se derrumba un 21 de junio cuando su grupo de música, el que ella fundó buscando una aventura musical que le llevó en su juventud a abandonar su familia y su hogar por un sueño deciden entre su novio el vocalista y la discográfica, que su perfil melódico no va a formar parte del proyecto del álbum que la banda se dispone a grabar.

En una huida hacia ninguna parte, Sara tiene un accidente de coche después de llamar por teléfono a su madre mientras conducía. Eso supone un punto de inflexión que provoca que Sara termine en Llum de Mar, un pueblo costero donde nuestra protagonista pasaba los veranos desde que tuvo memoria.

Sara no solo se reencontrará con sus padres y con antiguos amigos de adolescencia, también se encontrará con secretos de su pasado que pueden terminar por hundirla o hacerla comprender de donde viene para aclarar hacía donde quiere ir y tal vez enderezar su rumbo.

TODO CAMBIÓ ESE VERANO huele y sabe a arena de playa, a risas de jóvenes en las tardes de los pueblos de veraneo. A chiringuito con música y cómo no, a amores y sobre esa paleta de colores y sabores nos encontramos un drama personal con cierto misterio y con tintes de continua superación sentimental y personal de sus personajes. A veces crudo, a veces edulcorado, pero con cierto poso para la reflexión y para la esperanza, aunque no siempre el destino reparte buenas manos y la partida tiene un final feliz.

Elena Peña Bilbao sabe llevar al lector a aquellos rincones que uno guardo los veranos de nuestra vida con una novela que no decae debido a las preguntas sin respuestas y a las que encontraremos solución a lo largo de la novela.

El pasado no siempre es como lo recordamos y esta historia puede ser un claro ejemplo. La amistad, el amor, las segundas oportunidades y la música se dan la mano en una novela con algunos clichés pero que resulta fresca e ideal para leer en estos días que la onomástica de las madres esta en auge.