Trece historias: El asesino de la conciencia tranquila

A parte de intentar hacerse el simpático sin éxito alguno en la nota de autor con su presunto apellido "susPENse, imPENsable, PENumbra" y que confieso, me han dado ganas de quemarle el bigote y meterle un descomunal PENe (pasta italiana conocida en España como Macarrón) en el ojo ante tal alarde de originalidad, me da la sensación que a este escritor le va más el postureo que al mismísimo Gómez Jurado (¡oh, magno emperador!)

Primer conjunto de letras que leo del madrileño del que me esperaba lo peor en los primeros compases, pero que ha sabido meterme en la historia y hacerlo, además, hasta el final, a pesar de los pesares. ( tampoco le vayamos a reverenciar que el texto es cortito)

Como desde el principio ya sabemos quien es el asesino que ya ha sido atrapado por la policía, y es evidente que Paul Pen tiene de Márquez lo que yo de Pitt, pues solo nos queda averiguar los motivos que llevan al criminal a dejarnos los distintos escenarios llenos de sangre.

El único valor del cuento, pues lo de la emoción, he visto actuaciones de julio Iglesias más trepidantes, es la motivación para ir destripando a diestro y siniestro.

El autor, lo que es prosa...no tiene, pero si sabe criticar desde la ironía, ciertas tendencias actuales como el culto al cuerpo o el deporte nacional, saber y comentar la vida de los demás.

Con algún chiste al respecto pasado de rosca, dota a su niebla de una espesura agradable, ideal para esos momentos que necesitamos bajas pretensiones para que nuestro cerebro sea entretenido sin la necesidad de pensar.
Comida basura. El McDonald's de la literatura que no crítico, pues bien consumida aporta grasa felicidad.

El caso es que me ha gustado, y siento la misma culpabilidad que con las salsas del doble Whopper resbalando por mis barbilla.

No sería de extrañar que volviera al autor, a ver si con suerte, las patatas fritas tienen algo más de sal.

Y recuerden...

Entre timbal de frutos verdes sobre nido de harina horneada, espuma de tomate y deconstrucción de lácteos y Telepizza, no hay tanta diferencia.

Lo importante es tener la conciencia tranquila al consumir estos alimentos literarios.
Y yo, la tengo.