"La noche que acababa de terminar había cambiado sin embargo -para siempre- una buena parte de su perspectiva del mundo. Aquella madrugada del cuatro al cinco fue para Marius su última noche de la infancia."
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"La noche que acababa de terminar había cambiado sin embargo -para siempre- una buena parte de su perspectiva del mundo. Aquella madrugada del cuatro al cinco fue para Marius su última noche de la infancia."
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¿Qué querían ser? ¿Qué puedes querer a los veintitrés años? Seguramente algo muy distinto a lo que llegarás a ser a los treinta, a los cuarenta, a los cincuenta. Las conversaciones serias -tan serias y resolutas- de la juventud que, vistas desde la distancia, recuerdas con nostalgia y regocijo, no significan nada. Porque luego te espabilas y aprendes qué es la vida. Solo entonces ves qué puedes llevar a cabo de todo aquello que soñabas en otra época: cualquier persona seria que haya conocido el éxito te dirá que tienes que renunciar a muchas cosas para obtener unas pocas y que hay que saber elegir sobre todo las renuncias.
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La gente no lee para amargarse. O, si lo hacen, no esperan que los amarguen los rumanos.
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SI fueras ruso, o siquiera sudamericano, podría funcionar. Pero los rumanos o los angoleños no pueden dar al mundo lecciones de literatura... Bueno, yo sé que pueden, pero no puedes cambiar las mentalidades de un día para otro.
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Es algo que forma parte del terreno privilegiado y efímero de la infancia y la adolescencia: tienes la sensación de encontrar amigos en todas partes y cuando te separas de un grupo para ir con otro te olvidas del grupo que has abandonado.
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Una oda de Friedrich Schiller se escucha al final de su última sinfonía cantada por un coro.