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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
04 April 2018
El marco temporal es diez años anterior a la última novela del detective, y por tanto tenemos una situación personal totalmente distinta. Alex Cross es un viudo de treinta y tantos años que perdió a su mujer tres años atrás en un tiroteo, que desde entonces lidia con la depresión, y que tiene a su cargo a sus dos hijos pequeños, a quienes cuida gracias a la presencia en casa de su abuela, Nana Mama. Vive y trabaja en el Southeast de Washington D.C., zona de la ciudad que podría considerarse como un gueto, y además es una celebridad, porque tiempo atrás fue portada del suplemento dominical del Washington Post hablando del índice de criminalidad entre la población negra. Psicólogo, detective, famoso y totalmente volcado en su profesión.

La trama comienza con un triple asesinato en su barrio, el Southeast. La mutilación de las tres víctimas (negras y en riesgo de marginación social) presenta muchas similitudes con otro asesinato sucedido en la zona pocos días antes, por lo que creen que se enfrentan a un asesino en serie. Pero al mismo tiempo, en uno de los barrios blancos y ricos, se produce un secuestro. Las víctimas: dos niños pertenecientes a familias de mucho dinero que acuden a un elitista colegio privado. Se los ha llevado su profesor, Gary Soneji... y ya se sabe, los ricos y las familias influyentes tienen prioridad sobre una prostituta negra y sus dos hijos. Cross y su compañero se ven obligados a hacerse cargo del secuestro, pero su cabeza sigue en el triple asesinato. Y así comienza el primer caso literario de Alex Cross.

En esta primera novela se puede comprobar que la construcción narrativa que hoy en día tienen los libros de este personaje data desde su mismísimo inicio. Numerosos capítulos más o menos breves (en este caso 89), que están divididos entre los que protagoniza Cross narrando en primera persona, y todos los demás, que están narrados en tercera. Así, conocemos las impresiones y pensamientos de Cross de primera mano, y gracias a ello somos testigos de sus luchas internas, de su sufrimiento a causa de la pérdida de su mujer, de cómo ve a sus hijos y el amor que siente por ellos, de la lucha a favor de su gente, de lo que su trabajo significa para él... La voz en primera persona le convierte en un personaje más cercano, más humano, para lo bueno y para lo malo. La infancia del protagonista, que en Vías cruzadas era casi el leitmotiv de la historia, aquí apenas es una pincelada anecdótica sin mayor trascendencia. al mismo tiempo, el hecho de que él nos cuente todo con su propia voz y de los demás solo sepamos lo que el narrador omnisciente nos cuenta, hace que él como personaje quede bien dibujado pero los demás personajes estén más vagamente perfilados, pero es algo que a mí particularmente, en este tipo de novelas que son lo que son y van a lo que van, no me molesta en absoluto.

Para mí, y esto va sobre gustos, claro, esta primera novela es superior a Vías cruzadas gracias al villano de la historia. Gary Soneji es un gran malo, un psicópata del quince manipulador y narcisista al que conocemos cuando ya lleva más de doscientos asesinatos a sus espaldas. Es con este secuestro con el que alcanza sus quince minutos de gloria, pero lleva años preparándose para este momento, y no se detiene ante nada. Es paciente, adopta múltiples personalidades a conveniencia, y su lema (¡Quiero ser alguien!) lo dice todo. Es tan, tan malo y está tan, tan loco que quizás a ratos es un cliché con patas, pero de verdad que he disfrutado mucho de este personaje, me parece un gran antagonista para Cross (entendedme lo de "disfrutado", claro).

Aparte de toda la trama policial, hay que situarse en la época en que está escrita y ambientada la historia. Estamos a principios de los años 90 y la problemática racial estaba a la orden del día. No es que haya dejado de estarlo nunca (lo vemos en el telediario todos los días), pero en aquella época las cosas estaban en un punto bastante oscuro y turbio, y el libro lo aborda con temas como las relaciones interraciales, el abandono social de la gente en los guetos o barrios considerados como tales y el trato discriminatorio en favor de los blancos, más aún si son ricos e influyentes. Cross se rebela ante la injusticia de tener que dejar aparcado el asesinato de unos negros porque unos blancos ricos han desaparecido y tienen preferencia, y este caso, aunque secundario, está presente durante toda la trama en el pensamiento del detective hasta que, como siempre ocurre, tarde o temprano confluye con el caso principal.
No quiero ahondar mucho en la trama porque, en este tipo de novelas, cuanto menos se profundice en la historia, mejor, y cuanto menos se sepa sobre lo que ocurre, pues también. Hay giros argumentales, sorpresas y cambios de sospechosos para los que es mejor no estar preparados. En cuanto a la novela en sí, podría decir lo mismo de ella que de Vías cruzadas, porque el personaje de Alex Cross nació con su vocación muy preparada. Es un bestseller en toda regla del que no puedes dejar de pasar las páginas, se lee de un tirón, es muy visual en cuanto a las escenas, hace muchas referencias cinematográficas al cine y actores de moda de la época (cosa que a mí me encanta), se beneficia de un buen protagonista que ya deja entrever su fructífera carrera literaria (ya lo dije en su momento, Alex Cross me cae bien) y entretiene mucho, que es de lo que se trata. No es alta literatura, pero es efectiva hasta decir basta en cuanto a su propósito: atrapar al lector.

Antes de ir finiquitando, me vais a permitir un comentario que no tiene nada que ver con el libro. He vuelto a ver la adaptación cinematográfica que se hizo de esta novela en 2001. Ya la vi en su momento, hace un porrón de años, y la verdad es que aunque no me acordaba de casi nada, realmente tampoco tenía la sensación de que haber visto en película la historia que narra el libro. Efectivamente, tras ver de nuevo la película confirmo que se parecen lo que un huevo a una castaña. Pero es que además, y con todos mis respetos, Morgan Freeman parece el padre a punto de jubilarse de Alex Cross (de hecho, cuando la rodó tenía edad para ser el padre a punto de jubilarse de Alex Cross). Y con algo tan básico como eso ya se pierde absolutamente toda la esencia del libro, porque no ves al personaje literario por ninguna parte ni la trayectoria personal que sufre en la historia, que la tiene. Yo hubiese fichado a alguien tipo Idris Elba, que sería un Cross maravilloso; Freeman, por muy buen actor que sea y muy de moda que estuviese en la época... no lo es.

Fin de la disgresión (es que tengo tan abandonada la sección de cine, y soy tan, tan cinéfila, que a la mínima que os despistáis os meto en las reseñas comentarios sobre series y pelis con nocturnidad y alevosía).

En definitiva, he disfrutado mucho de los dos libros, pero si me obligasen a elegir entre ellos, admito que he disfrutado incluso más de este primer caso del personaje que del último. Si Duomo sigue adelante con ellos, yo también lo haré :)
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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