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En la costa de Marruecos hay un pueblo tan pequeño que no llega el viento sin que te avise. Donde el tiempo no consigue avanzar sin tener que preguntar. Donde no necesitas viajar, la quietud es tan absorbente que te da para construir un jardín. Para sentarte a ver cómo florece todo, él y tú. Donde el viento también tiene nombres, aunque yo no los conozca. Un jardín de especias perdidas. A los cuarenta todo empieza a ser susceptible de ser cuantificado, tantos años para, tantos años por. A esa edad Umberto Pasti duerme como cada día. Pero otras noches no tenía al Atlántico delante, ni a una higuera arriba. Tras soñar, lo soñado, se vuelve palpable y factible. Construiré un jardín aquí y todos vendrán a verlo. Un jardín de especias perdidas. Lo mejor de los cuarenta es no tenerlos. Cuantificar, palpar y que sea factible. Como no es posible no tenerlos, queda saber que te esperas de ti. Tab raro, tan suave, tan delicado como todo lo que se planta. Bondad, esfuerzo, constancia, humildad...que fácil suenan en mi cabeza. Todo para al final volver a encontrar otro hogar. Un jardín de especias perdidas. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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Crítica de Icarobooks
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