El demonio de próspero

En la contraportada, este libro se describe como si Deadpool se hubiera fusionado con Geralt de Rivia y, tras leerlo, no podría estar más de acuerdo.

Nuestro protagonista es un exorcista sin nombre muy conocido tanto dentro como fuera de su gremio por sus grandes capacidades para expulsar demonios. Con solo estar cerca de una persona es capaz de identificar si está poseída, saber qué demonio está provocando eso y expulsarlo. Su trabajo, no obstante, no es nada fácil porque en numerosas ocasiones el huésped muere en el proceso. Dotado con este don (o más bien maldición) desde edad temprana, se dedica a ir de un lado a otro tratando de librar a la humanidad de estos entes maléficos, algo imposible porque, en este mundo, los demonios no desaparecen en el proceso, sino que se limitan a buscar otro huésped en el que anidar y al que torturar, por lo que este exorcista está condenado a encontrarse una y otra vez a los mismos monstruos (incluso llega a tener conversaciones con ellos como si se trataran de viejos amigos). Su último caso, y el que narra este libro, es la posesión demoniaca de Próspero de Shanz, un intelectual, filósofo, artista, científico y, en definitiva, hombre ilustre en todos los campos, muy apreciado y querido por su gran inteligencia y sabiduría. Se ha propuesto convertirse en el mentor del príncipe recién nacido para convertirlo, según sus palabras, en el superhombre definitivo. Cuando el exorcista pide audiencia con Maese Próspero resultará que toda su sabiduría e inteligencia proviene de una posesión. En esta situación, nuestro protagonista tendrá que enfrentarse a una complicada decisión: si bien su trabajo consiste en expulsar a los demonios del cuerpo de los hombres, teniendo en cuenta que este en particular no parecer querer dañar a Próspero y, de hecho, gracias a su inteligencia ha conseguido grandes avances en lo artístico, científico e intelectual, ¿lo correcto sería continuar con su trabajo y que todos esos cambios desaparecieran o dejarlo estar porque, en principio, no hacía daño a nadie?

Pese a la brevedad de la novela (apenas 100 páginas), K. J. Parker es capaz de sumergirte un mundo de estilo medieval donde los demonios y sus posesiones son parte de la cotidianidad, por lo que lo peor que podía pasarte era encontrarte cerca a un exorcista debido a sus implicaciones. La narración en primera persona del presente donde se nos describen las reglas de este universo, su sociedad y en qué consiste trabajar como exorcista, se va alternando con retazos del pasado en los cuales el protagonista nos cuenta desde su infancia a la adultez, lo que nos permite comprender cómo ha sido su vida y qué fue lo que le llevó a convertirse no solo en exorcista, sino en uno de los mejores. El estilo de Parker y, por tanto, del narrador está cargado de ironía, humor negro y acidez, relatándonos hechos que a cualquiera le pondrían los pelos como escarpias con indiferencia y humor, casi como si la cosa no fuera con él. El descaro del exorcista será explosivo y muy divertido cuando en su camino se cruce Próspero, un intelectual sumamente engreído y petulante que se cree poseedor de la verdad universal. Sus diálogos son cuanto menos hilarantes e incluso con un ligero toque absurdo. Resulta muy curioso cómo una historia aparentemente seria (demonios que te pueden poseer en cualquier momento causando daños irreparables o incluso la muerte) es contada bajo un prisma tan cínico, pero os aseguro que la mezcla funciona muy bien. al principio choca porque todos tenemos en la cabeza un imaginario bastante claro acerca de los exorcismos y los demonios (no es como si hubiera 19238794387 películas al respecto) por lo que toparnos con un personaje tan poco convencional es lo contrario a lo que uno se podría esperar. Pero es precisamente eso, en parte, lo que hace que El demonio de Próspero se convierta en un libro difícil de olvidar.

Asimismo, el autor le da una vuelta de tuerca a la propia existencia demoniaca. Hasta ahora, la única motivación de estos entes para poseer humanos era la violencia y causar el mal tanto como pudieran. No obstante, en esta revisión se nos presentan como seres muy inteligentes y cuyos conocimientos pueden servir para ayudar a la humanidad y hacerla avanzar o bien resolver problemas muy difíciles, como se muestra en el caso de Próspero. Es verdad que no todos son así y que sus intenciones no suelen ser buenas e inocentes, pero K. J. Parker nos los pinta como criaturas que no solo existen para causar estragos y dolor, sino que también tienen una "parte buena". Otra diferencia con respecto a cómo nos imaginamos los exorcismos es que normalmente cuando se expulsa al demonio este regresa al Infierno (o cualquier que sea el plano del que haya salido); sin embargo, en este mundo siempre están pululando entre la gente porque necesitan regresar a otro cuerpo humano para recuperarse de su último exorcismo, por lo que realmente nunca desaparecen del todo. Esto baña a la novela de un tinte de desesperación, que se observa muy bien en nuestro protagonista, porque da a entender que no importa cuánto nos esforcemos por ahuyentar a estos seres, pues nunca morirán y se limitaran a viajar de un huésped a otro.

El demonio de Próspero es una introducción breve pero satisfactoria al universo creado por K. J. Parker. Nos encontramos una novela a medio camino entre la fantasía y el horror que nos trae elementos de sobra conocidos y alimentados por la cultura popular desde una perspectiva fresca y diferente, con un protagonista pragmático y cínico que nos presentará su trabajo y cometido de una manera un tanto peculiar. Es un libro corto que deja con buen sabor de boca y con ganas de saber qué sucederá a continuación.
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