Estamos ante una novela corta, sin capítulos, pero con saltos de escenas que servirán como pausa para aquellos lectores que son incapaces de dejar capítulos a medias. Aunque ya os advierto que, en cuanto os adentréis en este mundo, os va a costar salir de él. La oscuridad de la trama se ve amenizada con el humor ácido del protagonista. Un toque que me ha encantado y que me ha parecido muy acertado. Si os gustan los protagonistas sumamente imperfectos, cuyas acciones se hallan en ese limbo entre el bien y el mal, estoy segura de que este os va a gustar. Resulta muy original el enfoque que se le da a los demonios y a las posesiones, convirtiéndose este libro en algo más que una historia de exorcismos y rompiendo con aquello a lo que nos tienen habituados otras obras de género o temática similar. Es cierto que, al ser una novela breve, no es mucha la profundidad que se le puede dar a determinados elementos. Sin embargo, es algo que no se percibe como negativo sino que, al contrario, fomenta el dinamismo de la obra. Y aunque admito que estaba aterrada a falta de poco más de diez páginas del final, pues no veía cómo iba el autor a ser capaz de darle un cierre digno a la trama con todo lo que tenía abierto, admito también que ha logrado sorprenderme. Me ha dado un punto final que me ha parecido adecuado y que me ha dejado con buen sabor de boca. Mención especial a la sutil conexión histórica a través de un personaje concreto del libro. Una lectura más que recomendada si os apetece adentraros en un mundo oscuro sin demasiada densidad. |