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Crítica de Guille63


Guille63
10 October 2023
Esta es la historia de Raimonda Rybnaia, Monka, Mónechka, la mujer cuyo perfil aparece en la portada de esta, nuevamente, maravillosa edición de Automática editorial y que debemos al gran trabajo de Iban Barrenetxea: olvidada del cigarrillo que está fumando, Mónechka tiene la mirada perdida. Seguramente no habría hombres cerca.

“Cuando no había cerca hombres o voces de hombres u olor a hombres, se sentaba indolente y, con las rodillas relajadas, se hurgaba las uñas”

Los hombres son la perdición de Mónechka, los necesita, los busca, los complace con una entrega absoluta. Su mismo padre “lanzaba gritos de satisfacción y soltaba el aire con brusquedad” mientras la maltrataba de pequeña. No había mucho cariño en casa. Tampoco encontró mucho cuando se casó con Kolia Ribny siendo casi una niña.

“En su matrimonio no hubo nada de matrimonio de mujer adulta y sí mucho de juego adolescente, mejor dicho, de fuego fallido… ¿Y luego? Pues parece que no tenía muchas ganas de seguir jugando.”

Pero Mónechka no dejó de buscar, aunque ello le supusiera más de un problema.

“El manitas Kolia Ribny continuaba decorando a Monka con el ornamento vegetal de unos moratones que formaban un jardín en floración continua… Dios nos libró de que en todo ese tiempo Monka le confesara a su marido que los árboles del paraíso florecían también al margen del dormitorio conyugal.”

Tras la tunda de turno, unos días en casa de la madre y vuelta a empezar. Su madre sentía un temor indescriptible hacia la muerte, lo que intentaba paliar cambiando continuamente de casa y de nuera. También le buscaba amantes a la hija, sin que podamos descartar algún interés más allá del maternal, aunque no fuera necesario, Mónechka se bastaba y se sobraba.

“La palabrería caduca de los protegidos maternos no era ni por asomo el laconismo contenido y deslumbrante de los objetos de su propia elección: los curritos borrachines de Astilleros del Báltico y los camioneros de larga distancia…”

La condición de mujer implica con mucha frecuencia una vida de esclava cuyo tributo nocturno no deja de ser una exigua recompensa, y hasta había muchas que ni esa recompensa recibían. No era el caso de Mónechka, ella sabía cómo disfrutar, “solo había que aguantar: la mañana, el mediodía y luego la tarde. No era para tanto”.

“Ella confiaba religiosamente en cualquier animado nuevo, hacía carreras de sacos alegre y contenta, pero al final el animador siempre desaparecía y el saco acababa en su cabeza.”

Esta es Mónechka, una mujer muy necesitada de cariño y de sexo que siempre buscaba donde no debía, una mujer que Marina Palei retrata con un humor espléndido, con una inteligencia e ironía deslumbrante, con un lirismo hermoso, valiente, original… otro cinco estrellas para esta editorial (y van cinco de cinco).
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