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Crítica de gustavoadolfo


gustavoadolfo
10 June 2022
Este relato trata sobre un viajero frecuente, quien se ha dedicado durante más de cuarenta años a viajar y a fotografiarse en los monumentos históricos de cada nuevo lugar que conoce. Incluso, ahora mismo recibe un sueldo por reclutar viajeros para la Organización Internacional de Viajeros Frecuentes. ¿Acaso podría existir una mejor forma de ganarse la vida que la de dedicarse, exclusivamente, a viajar?

Última escala en ninguna parte media, por momentos, entre Alicia en el país de las maravillas y cierta atmósfera kafkiana. La Organización, que suena como un sueño y una fantasía, también puede ser pensada como cualquier otra empresa o institución; y el puesto de viajero frecuente no dista mucho de un empleo regular.

El nuevo trabajador, como lo hemos sido todos nosotros, sueña con ser reconocido por su trabajo, busca ser admirado y destacar entre todos los suyos: ser el mejor, el mejor de los mejores, estar por encima de la excelencia (si algo así fuera posible). Y el trabajo añorado, en este caso viajar, se le convierte en un suplicio cuando el viajero debe correr para alcanzar su siguiente vuelo, y cuando ya no tiene tiempo –ni siquiera– para conocer, o para visitar un museo o un restaurante, o para alquilar una habitación donde pasar la noche. Ahora debe asearse y dormir entre vuelos y entre escalas en lo que parece que será su único viaje interminable. Así, viajar deja de ser un medio, para convertirse en el único fin; y como si viviera en un bucle, el protagonista confiesa:

“Ahora sólo me interesaba viajar para seguir viajando” (23).

Quizás esta sea la razón por la cual nuestro protagonista no logra comprender al hombre con mayor reconocimiento en su disciplina, quien le ha dado ochenta vueltas al mundo y quien ahora solo quiere regresar a su casa para, ¡por fin!, dejar de viajar.

Nuestro protagonista tampoco entiende el cansancio y el dolor físico y el vacío espiritual que se le han instalado y que ahora comienzan a afectarlo. A lo mejor, como muchos otros viajeros, ha llegado al punto sin retorno: cuando ya no eres capaz de dejar de hacer lo que te hace daño, cuando ya no puedes, –ni siquiera–, defenderte de ti mismo.

Última escala en ninguna parte sorprende por la sencillez de su prosa, por la hondura de su protagonista y por lo irreal de su historia, en la que los personajes la viven de la manera más natural. Creo que este relato habla del horror instalado en lo evidente y que, aún así, permanece invisible u oculto para quienes lo sufren. Quizás ahora mismo algún otro trabajador quisiera ¡parar! y bajarse del ritmo de los diarios eventos humanos. A lo mejor no tiene suficiente tiempo para terminar de tomar esa decisión… Así que, de seguro que tampoco tendrá dos horas para leer al siempre recordado Ignacio Padilla.

Enlace: https://guardopalabras.blogs..
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