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Con una narrativa ágil y fluida, el autor nos sorprende con una historia que he adjetivado de surrealista. Me ha resultado increíblemente interesante y sobre todo muy plástica. La obra está dividida en cinco partes y un epílogo final. Pero también hay una primera página introductoria a modo de reflexión del narrador donde nos da pistas que entenderemos tras leer la novela completa. Mientras la primera parte es plenamente introductoria y de presentación de los personajes protagonistas, las siguientes cuatro partes son un delirio de acción, terror, angustia y sorpresas. Nadie podía presagiar que el viaje de un equipo de artes marciales a una competición, en una población cercana, iba a tener este desenlace. Mientras que el inicio suena a película americana de terror de los años 80, la continuación nos traslada a un ambiente gótico en una mansión victoriana para terminar con algunos personajes en una realidad alternativa donde se les hace recordar quiénes son verdaderamente. Por el camino se va dejando una estela de muerte, sangre y recuerdos en una línea temporal progresiva que nos va sorprendiendo con cada uno de sus giros. En este caso, los personajes están supeditados a la acción, no vemos una gran profundidad psicológica sino que más bien son víctimas de los sucesos que acontecen, son usados y desechados para formar el devenir. Y la aparición de un elemento fantástico, un libro, como puerta hacia un lugar inesperado y revelador. Un lenguaje pulcro, en algunos momentos juvenil, teniendo en cuenta la edad de los protagonistas, y una tensión mantenida, hacen de este libro una exquisitez para una lectura abierta pero también reflexiva. Si te gustan los elementos perturbadores, las situaciones inquietantes y las sorpresas finales, sin duda es tu libro. Te lo aconsejo como lectura para este verano: vampiros, crímenes y dimensiones paralelas. Atrévete. |
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