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Historias dentro de historias al más puro estilo de las muñequitas rusas. Decenas de personajes, ambientes y mundos inverosímiles (de Barcelona a Nueva York y Praga que parecen de otra dimensión paralela y uf) que, aun así, chocan entre sí. Parecería que no hay cohesión en estos relatos -yo misma me tardé mucho en leerlo e intentar penetrar la prosa era como darse de topes con un muro de cemento- pero es cierto que Oyeyemi sabe narrar. Su voz es la cohesión, lo que la da uniformidad al texto. Oyeyemi crea frases prodigiosas. Escenas encapsuladas. Mundos atisbados por la cerradura de una puerta. Todos sus personajes tienen nombres maravillosos. Pero fue frustrante y tedioso atravesar los cuentos, rendirse a un ritmo incesante que no te da pausa para procesar (y entender) nada. No conecté con mucho puesto que aquí el estilo le gana a todo lo demás: sí, fresco, weird, mágico, surrealista, pero cuando empiezas a leer por encimita y no te importa qué pase, ni te acuerdas quién es quién y solo te importa acabar, ahí hay un problema. Intentaré leer sus novelas, presiento que Oyeyemi fluye mejor en un formato largo. |
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