Sofoco

Respira, se consciente, abre tus fosas nasales y permite que el aire entre por ellas y que viaje por tus pulmones y vuelva salir, no permitas que el Sofoco se apodere de tu capacidad para respirar, pero si en algún momento el vértigo se abre camino en tus entrañas, no te preocupes, solo morirás, y el morir en sí mismo es transformación, algo que probablemente olvidaste, pero que seguro necesitas recordar.

Nueve cuentos, una triple trinidad, un 3 x 3, números mágicos, un abrebocas a la perfección. El silencio atraviesa cada uno de los cuentos, pero este lleva en las frases y en los puntos y en las comas que lo matizan, el peso de la pausa, aquella que se llena de las cosas que no se dicen, pero que pesan y de las cosas que se sienten, que no se exploran, que no se exteriorizan, pero que matan. Un silencio que es un caudal de destrucción que acalla, que envenena, que indigesta, que se calma cuando se grita y cuando se pelea hacia dentro, porque hacia afuera está prohibido y constituye un riesgo, porque las palabras llevan poder y los ignorantes le temen, porque al igual que el agua, su movimiento no solo lleva destrucción, sino creación y a muchos no les gusta lo nuevo, lo extraño, el levantamiento, la revolución que no es impuesta sino espontánea.

Sofoco es poesía en prosa, es narrativa inundada de metáfora, es una relación con la tierra que sostiene nuestros pies y que saca sus raíces para meterse por nuestras uñas; con nuestros ríos que empiezan a tener voz y te susurran al oído; con nuestros “muertos que no piden” y por “eso son sagrados”; con nuestros niños que se niegan a hablar para no molestar, para no incomodar; con nuestras mujeres que apagan su fuego para no quemar a los que la rodean; con nuestros hombres que se niegan a ser humanos porque la guerra no está hecha para cobardes; con Colombia el país que ríe para afuera, mientras llora para adentro.

Pdta: “el ruido es enemigo del recuerdo” y de la memoria. ¡Qué el sofoco te ahogue!