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La hija de Marx representa, desde el amor y el humor, la vida de las mujeres que rodearon a los grandes revolucionarios desde mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Es una historia acallada, cuya representación exige una mirada atenta sobre la Historia y largas horas de investigación. Remeda la idea de Virginia Woolf en Una habitación propia, cuando se pregunta qué hubiera pasado si Shakespeare hubiera sido mujer. de la misma manera, este libro habla de qué hubiera sucedido si el hijo natural que Karl Marx tuvo con su criada, y al que abandonó, hubiera sido una chica. Con esta hipótesis, el tiempo avanza en distintos escenarios históricos y se estructura en tres largos capítulos. La novela comienza en el momento en el que los grandes almacenes hacen su irrupción en Inglaterra. El mundo de la moda va a comercializarse, y se dividen las aguas entre quienes pueden pagarse un vestido de alta costura que costaba casi como una finca y quienes tendrán que recurrir a lo que, finalmente, desembocará en el Prêt-à-porter (Pierre Cardin). Hay, también, mujeres que se visten de hombre. La novela habla del tópico de la maternidad entendida como beatificación de la mujer. Aparecen en ella varios modelos de madre, no todas complacientes. La novela comienza con un largo viaje en carroza que va desde Moscú a París y concluye con una muchacha que es piloto de avión en Nueva York. Entre ambas escenas, el mundo ha cambiado. La aceleración, fruto de la técnica, va a marcar con su impronta una época apasionante. El ritmo de la narración se impregna de la velocidad de las máquinas a la espera que nuestro ritmo de lectura sea el mismo, entonces habrá valido la pena. |
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