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“Y sin embargo, quedaba aquella puerta, abierta y vacía, expuesta a los vientos, a los conejos, y a las criaturas salvajes. La primera vez que llegué a Brentwood me emocionó, como si fuera un melancólico comentario de una vida que se fue para siempre. Una puerta que conducía a la nada -una puerta que alguna vez fue cerrada precipitadamente y sus cerrojos echados con cautela-, ahora vacía también de todo significado.” La puerta abierta, se inscribe dentro de la tradición de la ghost story victoriana. Su acción se desarrolla en torno a las ruinas de una antigua mansión situada en los bosques cercanos a la aldea de Brentwood, entre las que se destacan los restos de un bajo frontispicio, con una puerta desolada y vacía, una puerta que el transcurso del tiempo ha despojado de todo significado, y que ya no conduce a ninguna parte. Todas las noches, durante el mes de noviembre, los moradores de la aldea de Brentwood son acosados por un fenómeno extraño y singular; la repetición constante de una voz que gime y se lamenta en las ruinas, y que con una amargura infinita expresa una súplica obsesiva: ¡Oh, madre, déjame entrar, déjame entrar! |
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